La cena

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(JMo)

¿Qué mierda estaba pasando? Lana no estaba bien. Podía intentar querer esconder que algo iba mal, pero desde que escuché la voz por teléfono, sabía que algo había pasado.

Preferí no pensar en lo peor. Le daría la oportunidad de que me explicara y que me mostrase que yo estaba equivocada. Infelizmente mi corazón no decía lo mismo que mi cabeza. Aquello me hería y el dolor fue empeorando hasta el momento de nuestro encuentro.

Estaba triste sin saber el motivo de mis lágrimas, yo solo sentía que algo no estaba bien. De alguna manera, ya sabía que no iba a estar preparada para escuchar lo que ella me tenía que decir en esa cena.

Esta vez era diferente a todas las otras veces en que Lana me hizo perder la cabeza. Esta vez, yo no contaba con el apoyo de nadie para aconsejarme. En el fondo, necesitaba mucho que alguien me ayudase a controlar mis sentimientos, ya que por sí sola no podía.

Todas las personas allegadas no podían estar allí conmigo, ni siquiera sabían que algo me afligía. Era descorazonador tener que mantener el control de todo el torbellino de sentimientos que no hacía más que confundir mi mente.

¡Maldita la hora en que mi terapeuta decidió salir del país! Tenía que enfrentarme a lo que fuera sola. Tenía que demostrarles a todos que había aprendido a lidiar con mis inseguridades y mis fantasmas.

Mi plan era mantenerme en calma y las cosas estarían bien. Llevaba meses trabajando en esto con la doctora Anne y no estaba dispuesta a desperdiciar tanto tiempo invertido.

Me vestí adecuadamente para una noche fría en el parque. No sabía lo que esperar de Lana. Mi novia no me dio ninguna pista, todo lo que dijo por teléfono fue muy vago, aumentando mi ansiedad por el encuentro. Creí más prudente vaciar mi mente mientras conducía hasta el sitio que acordamos.

Observé la luna brillando sobre mi cabeza, el cielo estaba más claro que de costumbre y las estrellas formaban constelaciones visibles a ojo. A pesar de estar fría, la noche estaba espectacular. Al menos un regalo para mis ojos tristes. Respiré hondo y seguí mi camino.

Llegué a la barraca antes que ella. Saludé sin ganas a todos los trabajadores que había conocido el día que llevé a Lana a cenar ahí.

Recorrí el sitio buscando en vano a la pequeña Jennifer. Ella, sin duda, me traería un poco de esperanza de que estaba haciendo lo mejor y que las cosas saldrían bien. La pequeña Jennifer significaba para mí un desafío vivo a las leyes de Murphy.

Crucé mis manos por encima de mi pierna y me quedé observando mis agitados dedos esperando a que ella llegara.

«¡Jen!» Lana me dio un largo abrazo «Disculpa, ¿te he hecho esperar mucho?» dijo mientras cerraba su abrigo debido al viento frío que nos envolvía

«¡No! Acabo de llegar, no te preocupes»

Ahora me miraba con una expresión triste. Yo solo quería protegerla de cualquier cosa que le estuviese haciendo daño. Quería rodearla con mi cuerpo y no soltarla nunca más. Mi cuerpo sentía frío, pero su llegada hizo arder mi corazón. Mi órgano vital parecía que iba a fallar de un momento a otro y necesité apoyarme, discretamente, en la mesa que tenía al lado.

«¿Estás bien, Lana?» pregunté frunciendo el ceño

«Ya hablaremos de eso. ¿Tienes hambre?» preguntó sentándose en nuestra mesa. Sí, ahora a la mesa separada de las otras, yo la llamaba nuestra mesa.

«¡Puedes apostar a que sí!» respondí todavía nerviosa por aquel encuentro

«Emma es adorable, ¿no crees?» visiblemente mi novia estaba cambiando de tema

Todo es posible (MORRILLA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora