El hospital

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(JMo)

«Señora Morrison, la llamamos del Hospital de Vancouver, encontramos su teléfono en los contactos de la señora Lana Parilla. ¿Es usted pariente?»

Aquella llamada parecía una broma de mal gusto. Todo mi cuerpo tembló al escuchar la voz al otro lado de la línea diciendo que algo malo había pasado con Lana.

«¡Sí! ¿Qué le ha pasado a Lana?» pregunté

«Le pido que venga personalmente hasta aquí para darle mayor información. La señora Lana Parrilla tiene un historial confidencial con nosotros, por tanto cualquier información será dada personalmente»

«Está bien. En 10 minutos estaré ahí»

Creo que me llevó menos tiempo del que dije. Estaba completamente fuera de mí. No conseguía imaginar que sería de mí si perdiese a Lana. Durante el trayecto hasta el hospital, repasé mentalmente todo lo que había pasado la noche anterior, intenté, en vano, encontrar alguna pista de lo que estaba pasando.

Sabía que no sería fácil conseguir alguna información, incluso personalmente. Los pedidos de confidencialidad con las clínicas y hospitales impiden que cualquiera, con excepción de la familia más próxima, tenga acceso a nuestro historial médico. Todo para evitar que la prensa nos acribille cuando estamos en nuestros momentos más débiles. En ningún instante pensé en desistir de intentar verla.

Era horrible no ser "nada" de ella. Al menos, gracias a la última noche, tenía el título de novia. Pero de nada servía, ya que no podíamos contárselo a nadie.

La espera en el hospital por alguna noticia fue larga. Solo se me informó de que Lana estaba internad allí, y que si al despertar quería verme, me garantizaban que me llamarían inmediatamente. Intenté tranquilizarme al saber que estaba viva.

No tenía el contacto de ningún familiar para avisarlos. Pensé que no sería justo para Lana llamar a Adam para conseguir algún contacto, no quería que la noticia corriese como la pólvora sin estar segura de que ella no había cometido ninguna tontería. Quería ahorrarle cualquier justificación o explicación, solo quería que se pusiera bien. Esperaría allí, aunque fuese la madrugada entera, por alguna buena noticia.

Dudé de que me dijesen algo.

Vi varios médicos caminando apresuradamente por los pasillos, pero no tuve el valor de llamar a ninguno. A final de cuentas, ¿por qué una compañera de trabajo estaría allí a esas horas? Intenté, en vano, mantener la paciencia.

Mis manos estaban húmedas y temblorosas, mi única compañía esa noche era una taza de café, ya frío, que compré en una de las máquinas del centro. Gusto amargo, como el sentimiento que invadía mi corazón.

Ni sé cuánto tiempo me quedé en la misma posición en la incómoda silla de la sala de espera. Mi cuello y mi espalda ciertamente no dolían más que mi alma.

Finalmente un médico se me acercó.

«¿Señora Morrison?»

«Sí» Me levanté rápidamente para hablar con el médico que tenía delante.

«Acompáñeme, por favor. Ahora podrá ver a la señora Parrilla»

Caminé en silencio, a paso firme, detrás del hombre de cabellos grisáceos. Habitación 23. Era esa, su puerta. Mi corazón latió desaforadamente y antes de que abriera la puerta, el médico interrumpió mi movimiento.

«Ya está despierta. Puede pasar»

Verla tan frágil, echada en aquella cama, fue horrible. Una sensación de pavor me invadió.

Todo es posible (MORRILLA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora