Perdida

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(JMo)

"¡Pero qué mierda! ¿Qué es lo que tiene esa mujer?"

Mi vida estaba oficialmente hecha un caos. De cabeza abajo. Y sí, la culpaba a ella.

Mi agente no consiguió aquella grabación y pensé, seriamente, en coger vacaciones. ¡A la mierda lo que fueran a pensar! Yo no estaba bien.

Necesitaba buscar un psicólogo, pero, ¿en quién confiar? No conocía a nadie en aquella ciudad.

Entré en mi coche y conduje hasta casa. Su olor embriagó mi mente y me irrité aún más.

Estacioné en una cafetería diferente a la acostumbrada. Pedí un té helado, necesitaba cambiar algunas cosas en mi vida si quería aguantar aquella tormenta. Con el primer sorbo que di, arrepentimiento. Dejé el vaso y salí de allí haciendo una nota mental: nunca más entra en ese lugar.

Rodeé la manzana en que estaba mi edificio y al final encontré un sitio para aparcar.

Solo quería tomar un baño y tirar esa ropa en la cesta de la colada. Quién sabe si su olor se iría alguna vez.

Estaba exhausta.

Dejé caer mi cuerpo en el sofá y me di cuenta de lo feliz que estaba. E irritada.

Leí mis emails desde el móvil, que tenía en las manos. Casi me caí del sofá al ver que había recibido seis mensajes amenazadores. Ya no cabía felicidad dentro de mí.

"¿Dónde está mi agente? Al final, ¿para qué le estoy pagando?"

Todos los mensajes provenían de emails anónimos, probablemente el personal de seguridad de los estudios vendió las imágenes por una buena fortuna. Odio.

«Hey, ¿alguna novedad?»

«Jennifer, tengo el video original, pero las copias ya están repartidas. Lo siento mucho»

Apagué sin molestarme en responder a aquel imbécil.

Estaba bien jodida.

¿Cómo pude ser tonta? La culpa era de ella. Claro que era de ella.

Aquello ciertamente fue un error y no pasaría de nuevo...

Aquella noche no pegué ojo. Su aturdidora figura no salió de mi cabeza ni por un segundo.

Salí a correr temprano, no tenía que ir a grabar, necesitaba fijar mi atención en otra cosa. Intenté una vez más tomar un té antes de salir, pero al final mi acompañante fue el café.

La mañana pasó tranquila y solo conseguí desconectar escuchando mi Ipod a un volumen tan alto que nadie creería que mis tímpanos salieran ilesos. Me sentí mucho mejor.

Terminé de hacer mis estiramientos en la calle y me quité los auriculares. Respiré el aire fresco del verano de Vancouver, el viento helado me golpeó en el rostro. Me sentí viva. Creo que sonreí por primera vez en el día.

Busqué en mis bolsillos la llave del edificio, levanté mi cabeza, para meterla en la cerradura cuando escuché una voz aterciopelada decir mi nombre. No era posible. Sentí un estremecimiento helado recorriendo mi espina dorsal, mientras a la vez una onda de calor se apoderó de mi cuerpo al girarme hacia esa voz. Ella estaba allí, saliendo de su coche, estacionado exactamente en la puerta del edificio. Lana me miró y por unos segundos el mundo se detuvo.

Mi corazón fue invadido por sentimientos que no supe identificar. Su ritmo aceleró de repente. No quería nada de aquello, y aún detestaba a aquella puta.

Todo es posible (MORRILLA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora