OCHO

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Manuel.

Jamás pensé ser plantado por una chica y menos por mi esposa, iba de camino a la habitación pensé que podría estar esperándome en la habitación pero no fue así, según las mucamas la habían visto salir minutos antes que yo, lo cual me sorprendió ya que ella no quería salir, pero era más que obvio que lo que quería era estar alejado de mi, soy un completo imbecil, la traté mal en el avión la pude escuchar llorar hasta que se quedo dormida y no solo eso los primeros dos dias también la escuchaba llorar por las noches. No sé si soy el hombre más sencillo en estos momentos, me duele lastimarla pero era lo mejor, tenía que aclararle que las cosas no cambiarían y menos por habernos acostado. 
Eran las nueve de la noche, no sabía dónde rayos estaba, llamé a recepción para ver si tenían noticias de ella pero al parecer nada, nadie sabía nada de mi esposa. Comenzaba a desesperarme cuando escuché que alguien entraba a la habitación, vi cómo dejaba la tarjeta en la pequeña mesa de la entrada, se veía hermosa, había tomado un tono bronceado su piel, el cual la hacía lucir bellísima, su vestido no dejaba nada a la imaginación ya que se transparentaba todo por completo dejando ver su cuerpo y su figura, llevaba un traje de baño a dos piezas blanco, parecía un ángel. Por un momento sentí mucho coraje, cómo pudo haber salido así a la calle, la idea de que cualquier hombre la viera con lujuria me ponía muy molesto.  Y aquí estaba yo, tratando de controlar mi ira después de haber querido hablar con ella, salí echándolo  lo a perder como siempre, ¿Cuándo entendería que tenía que dejar de tratarla como lo hacía con todas las demás chicas?, eso me desesperaba, con las otras ya sabia por qué lado llegarles pero con ella todo era distinto, diferente, simplemente no podía con ella y eso me molestaba demasiado. Me acosté en la cama tratando de pensar que otra cosa podría hacer, creo que si quería que esto funcionará como quería tenía que hacer las pases con ella, mañana la llevaría a un lugar del cual me recomendaron hoy. 
Estaba profundamente dormido cuando unos gritos me despertaron, pensé que algo malo le estaba pasando a Mayte así que sin permiso abrí su puerta pero grande fue mi sorpresa al ver que se trataba de una pesadilla, ella decía que se detuviera, suplicaba que la dejara ir, podría ser yo el causante de ese mal sueño. Me subí a la cama para poder despertarla cuando ella despertó gritó y el llanto se apoderó de sus ojos, odié verla así, jamás había visto a una mujer llorar, bueno si había visto llantos falsos, o cuando mis hermanas pequeñas lloraban de niñas, pero ella lloraba de dolor, dolor del cual yo era responsable, que le había hecho, mi hermano tenía mucha razón, era una persona la cual solo causaba dolor. La tomé y acerqué a mi, intentándola tranquilizarla, una vez ya tranquila mi mente se descontrolaba al verla vestida con una bata corta y como esta se pegaba a su piel resaltando su cuerpo, cuerpo del cual no podía sacar de mi memoria. Era una tentación para mí, verla así con su cabello suelto alborotado que cual sobre sus hombros bronceados.  Tuve que fingir y tratar de concentrarme en otra cosa porque estaba a punto de volver a tomarla y hacerle el amor hasta satisfacerme y que ella cayera rendida en mi pecho y volver a escucharla gemir y gritar, así que decidí decirle sobre mi idea para dentro de unas horas, nos haría bien salir y hacer las pases, sobre todo ahora que éramos centro de atención para los medios, pero al escuchar como me rechazaba no pude sentirme raro, yo siendo rechazado por ella cuando siempre me dedicaba a rechazar a cientos de chicas, vaya que el destino me estaba cobrando todas las cosas malas que he hecho.  Su excusa esta vez no era el cambio de horario, ni que se sintiera mal, era que había hecho una amiga y había quedado ya con ella, ¿Cómo era eso posible?, prefería salir con dicha desconocida que conmigo. El enojo se apoderó de mí así que salí de su cuarto hecho una furia, no podía dormir imaginándola vestida de esa forma, incluso mi mente me jugaba mal al imaginarla entrar en mi cuarto y meterse en mi cama.
Las horas pasaron y decidí darle una sorpresa, llamé a recepción y pedí el desayuno, no sabía que le gustaba, de hecho no sabía nada de ella, pero decidí dar mi brazo a torcer, si quería que ella confiara en mi tenía que ganarme esa dicha confianza, teníamos que regresar bien a casa, no casi divorciados.  Esto comenzaba a desesperarme, cuando yo pensaba dar un paso ella daba dos de reversa, me había dejado a mí con toda esta comida, y no solo eso, se había ido vestida así, de esa forma la cual llamaba mucho la atención. Odiaba imaginar que muchos hombres la vieran y pensaran cosas perversas o peor aún que quisieran tocarla o propasarse con ella, esto no estaba bien; tenía que idear algo para poder ganarme su confianza, pero entre más pensaba más grande era mi derrota, esto iba mal. Decidí salir y fui a parar a un bar, no sé en qué momento pero al parecer ya tenía todo el día aquí, un trago llevó a otro trago. Estaba solo en la barra en mi luna de miel, se suponía que esto sería agradable, que la pasaría muy bien, esto no era nada agradable, perdí la cuenta de las copas y del criterio, vi cómo las mujeres se me abalanzaban, aunque algunas eran muy hermosas ninguna era como Mayte, incluso veía su rostro en más de una de estas chicas, con ayuda de un mesero llegue a mi hotel y a mi piso, estaba muy tomado. Entré y me di cuenta que todo estaba oscuro, de seguro ella estaba dormida así que decidí ir a verla dormir.  Entre pero no había nadie, ¿Cómo era eso posible?, eran más de las doce y ella aún no había llegado, intenté relajarme pero me preocupé, estaba a punto de llamar a recepción cuando se apareció, ya no llevaba lo puesto esta mañana sino que tenía un vestido rojo pegado al cuerpo, al parecer había salido de fiesta a algún lugar, eso era todo, ella tenía que aprender a respetarme, yo era su esposo tenía que respetar eso, no podía andar por las calles fingiendo ser una mujer libre y soltera. 

"Por favor no te vayas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora