18. Déjame matar a cupido

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Indra.
—¿Todo esto te lo dieron hoy? —No pude evitar sonar asombrada cuando entre al cuarto de Emiliano. Las paredes azules estaban tapizadas con trofeos y diplomas deportivos.

Su cama estaba repleta de chocolates y cartas.

—Soy todo un Casanova— dijo mi hermano menor peinándose frente a su largo espejo a lado de su ventana y haciéndose el mismo ojitos.

Rodé los ojos tomando de su escritorio metálico mi cargador.

—Don Juan te pido que no tomes mis cosas sin mi permiso— le gruñi conectando el cargador a mi pila inalámbrica.

Mi iPhone tenía batería baja. Pero por supuesto que a mi hermano le pudo importar menos al momento de tomar mi cargador desconectando mi celular en el momento menos oportuno.

—Lo siento, Ariana se llevó mi cargador a su viaje—me dijo Emiliano intentando meterse en el saco negro.

Después de dar un pequeño resoplido del coraje contenido sentí que me calmé bastante.

Ayude a mi hermano a meterse en su esmoquin.

—¿Cuánto te van a pagar por esto?—le pregunté en sutil broma a mi hermano componiéndole el chueco moño negro.

—¡Hey soy el único de primer semestre al que le permitieron concursar! Además es por una buena causa— me dijo mi hermano caminando hacia su clóset para poder bañarse en perfume.

Emiliano atendería hoy sábado un evento de mi antiguo instituto Caritar llamado "Subasta de amores".
Donde los hombres y mujeres más populares y guapos de preparatoria y la universidad eran subastados por el resto de la comunidad escolar para una cita.

Todos los fondos eran donados a varias fundaciones de animales callejeros.

Recuerdo perfectamente que Pablo y Julieta participaron en los tiempos que yo tenía la edad de Emiliano. Era algo divertido y a la vez raro para mi.

No deberías de comprar amor.

Mire mi silueta en el espejo de Emiliano.

Los tacones de punta de aguja color crema incomodos pero demasiado bellos para no ser usados, mi vestido blanco recién comprado debajo de la rodilla con mangas tres cuartos. Mi bolso rojo donde había metido los dos celulares, la pila, mi labial rosa favorito y dinero en efectivo.

El cabello aún perfectamente alisado me había ahorrado tiempo a la hora de arreglarme y maquillarme.

Si esto no era formal no se que lo sería.

Fausto se había explayado una centena de veces acerca de la formalidad con la que tenia que vestirme hoy para atender otro tonto evento del partido.

—Casi lo olvidó. Sofia te mando unas galletas de avena. De esas asquerosas que te encantan—me acomode mi cadena de oro dentro del vestido y luego le hice un sonido de ternura a mi hermano.

A su mejor amiga Sofia Cerez la conocía desde que cursaron segundo de secundaria juntos. Sus padres eran ejemplares. Y ella perfecta. Sabia cocinar como un chef profesional, era muy amable pero también competitiva y deportiva como mi hermano.

Estaba seguro que para el final del año ambos serían coronados juniors de la graduación.

Salí del cuarto de Emiliano con la bolsa de celofán llena de galletas.

Baje las escaleras más lento de lo que me gustaría. Pero estos tacones estaban demasiado preciosos para no ser usados. Siempre había buscado un pretexto para no usarlos desde que mamá me los había regalado. Pero hoy si me había quedado sin uno.

Prisioneros del poder ➀ #RomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora