37. Clandestino

716 45 12
                                    

Indra.
Abrí los ojos de golpe al sentir como el gran peso cayó a mi lado. Brinqué de la cama aterrada y desorientada tratando de correr. Mis pies se enrollaron en mi cobija haciéndome caer al suelo.

Intente gatear desesperada hacia la puerta y antes de poder tocar mi chapa unos fuertes brazos me jalaron y taparon la boca para evitar que mi grito alertara a mi mamá y a mis hermanos.

El hombre que me tenía abrazada estaba empapado, incluso mis ropas quedaron húmedas y frías.

—¿Estás bien?— Fausto susurró sorprendido en medio de mi arranque de miedo.

Mi corazón casi se salió por la garganta cuando logre enfocarme en las esmeraldas de Fausto y después desvíe la mirada hacia mi ventana abierta de par en par.

Las ramas del árbol habían logrado entrar al cuarto haciendo un tétrico sonido.

Mi corazón intentó tranquilizarse después del horrible susto. Y de que Fausto soltara mi rostro con su varonil brazo.

—Estas mal, Fausto ¿¡Como entraste aquí!?—grité entre susurros. Después me revolví entre sus brazos para quitármelo de encima prendiendo en el acto una de mis luces de la mesita a lado de mi cama.

Las piernas me temblaron cuando me pare a cerrar mi ventana.

Mi corazón aún latía demasiado rápido e incluso me mareé cuando tomé una gran bocanada de aire para intentar calmarme.

Miré el seguro de la ventana roto y luego logré abrir la boca de la impresión cuando la ventana ya no cerró.

Mi jefe acaba de allanar mi intimidad. Fausto rompió mi ventana pero, él se notó bastante relajado ya de pie analizando mi cuarto.

—Tu hermano me pasó el tip ¿Estabas llorando?— Fausto pregunto luego de verme. Miré rápidamente mi rostro en el espejo, tenía los ojos hinchados y me sentí una tonta total.

"Si Fausto, estaba llorando por ti y qué crees, que mágicamente apareciste en mi cuarto".

—¿Te importa?— le conteste cruzándome de brazos ¿Cómo se atrevía a estar aquí? Tenía que hablar claro con él. Qué me explicara que era esto que teníamos.

Pero al mismo tiempo no quería echar a perder nuestra rara relación. ¡Ni siquiera yo entendía mis sentimientos!

—No sabía que te iban las pijamas de primaria— ronroneo Fausto recuperando su porte malicioso.

Mis mejillas se incendiaron mientras intentaba acomodar mi pijama blanca de short y playera para cubrirme lo mejor que se pudiera.

—¿Qué haces aquí? Si mi familia se entera, me van a matar— Dije intentando sonar seria.

Fausto se quitó el suéter Adidas y mire que debajo de ella no llevaba nada.

Traía tenis deportivos y una bermuda de pijama que también se despojó quedando únicamente en bóxers negros.

La hora en mi celular marcaba las doce de la noche.
Nada de esto tenía sentido pero, con Fausto sé que nunca nada lo había tenido.

—Esperaba algo más infantil como tú— Fausto hablo como si yo no estuviera presente ignorando mi pregunta.

Mi cuarto tenía luces blancas de navidad por doquier, fotos con mis amigos y familia pegadas a la pared, el closet y los cajones estaban hechos un caos. Lo mire tomar un brasier blanco en sus manos.

—¿En serio te gusta tanto la ropa de niña pequeña?— murmuro divertido Fausto y yo bufé acercándome velozmente a él para quitarle mi ropa interior.

Prisioneros del poder ➀ #RomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora