16. Reloj de arena

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Fausto.
Chetumal, Quintana Roo.
—¡Debemos de ser el doble de bondadosos en esa zona! — Iván chillo emocionado y luego azoto el vaso de cristal sobre la mesa de caoba.

Mantuve mis pies arriba del escritorio y mis manos descansando en mi abdomen mientras Cesar nos mostraba el mapa de Quintana Roo coloreado casi como un estúpido arco iris.

Cómo odiaba ver tantos colores mezclados. Pero si me atrevía a decirle algo a mi hermano, conociéndolo haría un escándalo que terminaría en una llamada de Alejandro diciéndome que no sea tan duro con Cesar, que el solo buscaba desesperadamente sentirse parte de mi grupo.

Lo que Victoria no tenia de chismosa lo tenía Cesar.

Mi medio hermano menor era un cerebro total para las matemáticas y logística de cualquier tema. Él era debajo del agua claro está, la persona que movía a los asesores de Iván en esta campaña a la cual le estaba invirtiendo mucho dinero.

Mientras que Ulises y Carlota se estaban encargando de varios temas ilícitos en mi país. Los Villanueva nos encargábamos de acabar con los enemigos de Iván de una manera más limpia ante la sociedad.

Aunque ahora mismo Vladimir había tenido que suplir al colombiano obligándome a poner a Carlota al frente de mi cartel solo momentáneamente.

Después de todo Ulises estaba a nada de ser un padre primerizo y quería estar con Isabela.

Le había prometido a Ulises la lucrativa plaza de Playa del Carmen, así que esta semana los hombres de Vladimir habían hecho una masacre al cártel de los hombres de hierro para ir dejando la vía libre en este estado.

La seguridad que prometí vendría en mi gobierno, no antes. Así que mientras tanto no me importaba el índice de violencia que ocurriera.

Mi celular vibro con una llamada entrante de Indra, manos de mantequilla como había decidido bautizarla.

No pude evitar plasmar una sonrisa en mi rostro.

Iván estaba borracho y feliz dándole la razón a Cesar en una sillón de piel frente al escritorio y eso me mantenía relativamente tranquilo a mí.

—¿Qué no entendiste de la clara lista que te deje?—hable divertido.

Indra decía que era Lucifer...pues me iba a conocer.

No iba a detener mis sutiles ataques hacia ella hasta que se arrodilla ante mi pidiendo perdón. Nadie me decía gruñón y mucho menos amargado. Había tenido que cambiar mi táctica de ataque con ella ya que no entendía porque ahora Indra ya no me tenia miedo.

Indra hacía todo lo que le decía solo porque tenía pruebas en su contra.

No iba a pasar por alto el hecho de que Iván me había dicho que tendría a una asistente sumisa y súper liviana bajo mi control. Cuando la chihuahua de cabellos despeinados era todo, menos tranquila.

Tenía cámaras en el edificio del partido, hasta en la oficina e Indra desconocía cada una de ellas.

De la nada cuando revisaba los videos podía ver a Indra hablando con ella misma o creo que estaba cantando. Di gracias que no puse micrófonos porque si no ya me hubiese reventando los tímpanos.

Prisioneros del poder ➀ #RomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora