23. Cena de alianzas

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Indra.
El timbre de la casa finalmente sonó y yo solté un suspiro abriendo la reja de metal desde dentro al ver las camionetas de Fausto.

Al pasar por el espejo de la entrada principal me quede viendo mi reflejo unos segundos.

Las extravagantes mascarillas y el arte para maquillar de Jasiel me habían dejado irreconocible. Las sombras doradas hacían un contraste felino en mis facciones, el labial rojo y brillante me hacía parecer peligrosa. El cabello perfectamente alisado gracias a una keratina estaba recogido en una alta coleta dejando que el atrevido escote delantero me hiciera sentir un poco incómoda. Pero, Jasiel ni me dejo cuestionar cuando cerró el vestido y este me quedó demasiado entallado con el fin de poder remarcar mis pocas curvas. La manicura roja y la finísima joyería me hicieron sentir poderosa por un momento.

Mi hermana mayor no pudo evitar ser nada discreta saliendo de la cocina en pijama y chanclas para ver a Fausto.

Emiliano detrás de ella también se notó curioso. Ninguno de ellos dos iría el día de hoy, porque por supuesto esos eventos eran aburridos para la gente común.

Yo sólo estaba yendo por obligación, ya no sabía si era parte de mi trabajo o del chantaje de fotos mías que Fausto aún guardaba.

Mis padres atenderían la cena de alianzas por su cuenta. Papá tenía una reputación que mantener y se había marchado con Angelica desde temprano.

La puerta de madera sonó elegantemente.

Ariana abrió los ojos de más esperando que yo atendiera la puerta.

Les hice señas de que se metieran a la cocina, pero ninguno de los dos me hizo caso.

Suspire de nuevo y luego abri con cuidado la puerta de madera e incluso antes de verlo, pude oler perfectamente la esencia de café mezclado con el caro perfume de Fausto.

Él guapo hombre se encontraba perfectamente erguido con las manos en los bolsillos del esmoquin gris con una corbata satinada del color de mis labios. El cabello peinado hacía atrás mostraba su sedosa melena de león, como siempre su collar de oro brilló hacia mi.

Los lustrosos zapatos cafés de Fausto se notaron demasiado en mi puerta. Su mirada seria me recorrió de pies a cabeza con esos intimidantes ojos del color de las lagunas.

Fausto Gutiérrez era el único hombre que conocía que podría combinar perfectamente el duro estilo de un hombre poderoso y millonario con el último grito de la moda.

Aquí estaba yo de nuevo a punto de salir a otra cita de trabajo con mi jefe. Tan sólo hace unos días casi moría por estar con él y al parecer mi cerebro decidió ignorar ese pequeño detalle.

No sé qué tan masoquista iba a sonar esto pero, aun viviendo todo lo pasado no quería dejar de ver a Fausto ahora. Vaya que Valentina tuvo mucha razón cuando me dijo que inevitablemente yo iba a terminar teniendo un flechazo con mi jefe. Solo que nunca lo iba admitir en voz alta, porque no planeaba perder mi orgullo por alguien como Lucifer que estaba frente a mí y el cual de pronto extendió una enorme sonrisa con su perfecta dentadura.

Fausto dio dos largos pasos y luego alzó un brazo para quitarme del camino.

Abrí la boca de asombro cuando lo mire demasiado amable saludar a mi hermana mayor la cual estoy segura que nunca en su vida había visto el físico de Fausto, porque por primera vez vi a Ariana quedarse muda ante alguien.

Cuando Fausto saludo a Emiliano, mi hermana me volteo a ver con una sonrisa de complicidad falsa y yo le abrí de más los ojos a ella.

—Luego me daré una vuelta a tu instituto Emiliano. Ya tengo la cartera en su equipo de fútbol, además me han dicho que los Díaz tienen una muy buena defensiva en los deportes— mi hermano se carcajeó al escuchar a Fausto y yo gruñí sabiendo que tenía que detener la falsa conversación con doble sentido que el narcisista de Fausto estaba teniendo con mi familia.

Prisioneros del poder ➀ #RomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora