3. Nueva aliada

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Una vez que llegan a la habitación del ojiazul, Steve se apresura a abrir la puerta y deja que la joven ingrese primero, y antes de seguirla, él da una rápida mirada a su alrededor en espera de que ninguno de sus colegas los observe, pues ya imagi...

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Una vez que llegan a la habitación del ojiazul, Steve se apresura a abrir la puerta y deja que la joven ingrese primero, y antes de seguirla, él da una rápida mirada a su alrededor en espera de que ninguno de sus colegas los observe, pues ya imagina la cantidad de bromas de mal gusto que harán hacia él y no quiere exponer a la joven a ese tipo de escrutinio.

Elizabeth, una vez dentro de la habitación, empieza a observar todo a su alrededor. Puede notar que se encuentra perfectamente ordenado, hay un par de estantes repletos de libros, un antiguo radio sobre una cómoda, un buró con algunas fotografías encima y algunos otros detalles más que complementan la decoración sencilla y masculina en colores oscuros. Sin embargo, algo más llama su atención y no se contiene en ir a averiguar.

La joven se acerca hacia una mesa ligeramente inclinada en donde descansan algunos materiales de arte, es entonces, cuando se percata de que hay un par de bocetos. El primero se trata de un paisaje que está siendo pintado por colores de madera y que aún no está concluido, pero lo que se lleva toda su atención, es el dibujo a lápiz de una mirada que ella rápidamente identifica.

—Eres un artista —murmura Elizabeth sin poder contener su sorpresa —. Peggy —dice acariciando con las puntas de su dedo el dibujo a lápiz.

En aquella hoja texturizada, se encuentra plasmada la mirada de la agente Carter, toda llena de poder, autoridad y un evidente atractivo. A Elizabeth le sorprende la precisión de cada detalle, es como si se tratase de una fotografía y no de un dibujo hecho con los puros recuerdos del Capitán.

—Supongo que quise hacerle un homenaje póstumo —confiesa Steve con cierta timidez. Usualmente es muy privado con sus dibujos, pero justo ahora no le importó dejar todo guardado para evitar que ella lo viera.

—Es bellísimo. Tienes mucho talento, Steve —dice la azabache con sinceridad y una dulce sonrisa.

Steve sonríe agradecido y un tanto tímido por el halago. Elizabeth deja el dibujo sobre la mesa y el ojiazul le pide que se siente en su cama, mientras él toma la silla del escritorio y se acomoda frente a ella, quedando a menos de un par de metros uno frente al otro.

—Bien, ¿qué cosa debes contarme? Te confieso que no me gusta darle vueltas al asunto —susurra con cierta pena y un tanto de curiosidad por el tema a tratar.

—Antes que nada, vuelvo a suplicar tu discreción ante todo. Aceptes ayudarme o no, me gustaría que esto quede entre nosotros —insiste el rubio.

—Te di mi palabra y la sostengo, creo que ya te diste cuenta que puedo mantener un secreto por bastante tiempo —agrega haciendo alusión a su identidad durante el cuidado de Peggy y probablemente a la cantidad de cosas que la agente Carter le compartió.

Steve no puede evitar sonreír con ciertos toques de melancolía y de la nada, tiene un pequeño ataque de sinceridad del que probablemente se arrepienta después.

HUMAN [Steve Rogers] | SIN EDITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora