La despedida de un gran amigo

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En el castillo Hogwarts de magia y hechicería, el grupo completo de la expedición junto al profesor Dumbledore y el resto de la Orden del Fénix, trataban de consolar a Eugene que estaba sumergido en un mar de llanto mientras se abrazaba a la libreta del doctor O'Donell como si de su vida se tratase. Se culpaba a sí mismo por la muerte de su amigo Abraham y, pese a que tenía la libreta en su regazo, no parecía consciente de que al menos habían logrado el objetivo cuando se propusieron dejar el castillo para partir rumbo a Londres. Las lágrimas le corrían por el rostro sin poder parar al tiempo que un dolor agudo incrustado en su alma se iba incrementando cada vez más al recordar los mejores momentos junto a su mejor amigo.

—Se fue como siempre quiso, como un héroe —trató de consolarlo Glenn.

—No pude hacer nada porque soy un cobarde —se quejó Eugene en medio del paroxismo del dolor—. He debido buscar el diario yo solo.

En la unión está la fuerza intervino Remus, colocándole una mano en el hombro—. Ninguno de nosotros hubiese podido lograr nada estando solo.

Además terció Hermione—. Al menos logramos obtener lo que buscábamos.

Pero a un muy alto precio dijo Eugene, observando como Rosita se hincaba junto al cuerpo cubierto por una sábana blanca de su novio.

—¡Oh, Albus! Ese hombre era vulgar pero jamás le hubiese deseado tal fin —comentó MacGonagall en voz baja.

—Tienes razón, Minerva —respondió el director y posteriormente se dirigió a los demás—. Debemos oficiarle una ceremonia digna —posteriormente se dirigió a todos en general—. No se preocupen que podremos darle sepultura aquí en los terrenos de Hogwarts.

—¿Está loco? ¿Desde cuándo Hogwarts es un cementerio de muggles? —se quejó Pansy Parkinson.

Para su sorpresa, Draco y Dafne Greengrass la fulminaron con la mirada.

—Se trata de un ser humano ¿No te quedó nada claro con lo que vivimos en la guerra? —dijo Dafne.

Pansy puso los ojos en blanco.

—No se puede negar que esos muggles tienen temple —comentó Draco.

Rosita se desplomó sobre el cuerpo de Abraham dejando escapar sollozos que quebrarían la coraza del más insensible, parecía que las esperanzas la hubiesen abandonado. Desde que lo vio caer al piso herido de muerte, sintió su mundo desmoronarse como un castillo de naipes ¿Qué más daba si Eugene lograba tener éxito en su empresa para obtener un mundo mejor, si Abraham ya no estaría allí para verlo? De nada valían las palabras de consuelo de sus amigos, todas ellas le parecían vacías, sin embargo, en su fuero interno agradecía escucharlas porque estaba consciente de que ellas eran las que le daban algo de fuerza... Al fin y al cabo, ella no era la única que había sufrido una perdida, Rick había perdido a su esposa, Lori, Carol a su hija Sophía, las hermanas Greene a su padre Hershel, Sasha a su hermano Tyreese y a su pareja Bob e incluso Abraham había perdido a toda su familia. El mundo tal cual estaba no valía la pena vivirlo, y Abraham había dado su vida en un intento por mejorarlo. Fue allí donde cayó en la cuenta de que era necesario continuar en el camino aunque doliera cada día sin él.

La muchacha se levantó del suelo con parsimonia con la mirada puesta en el cadáver.

—Se lo agradezco, profesor Dumbledore —dijo con voz triste—. Tiene razón, debemos darle un entierro digno, además, él era escocés y estoy segura de que le habría gustado ser sepultado en su tierra.

Todos asintieron. Snape dio un paso adelante, rodeando a Carol por la cintura con un brazo mientras sostenía su mano derecha.

Disculpen, la señora Peletier necesita atención de inmediato, supongo que Madame Pomfrey podrá atenderla dijo con voz solemne.

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