XI

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Y es que me he dado cuenta de que me encanta el sentirme enamorado de ti, me encanta hablar de tu presencia y de tu ausencia que me hace padecer de locura. Te describo y vendo tu imagen a quien me pase enfrente como un ser divino y celestial, te doy el voto de confianza a que eres un ente diferente a los que conozco. Y es inevitable amarte en silencio, sin conocerte de forma completa, evitando el cuestionar y preguntar sobre un pasado con cicatrices que tardan en desvanecerse y es que la ignorancia es más fácil de sobrellevar cuando el mundo se ha llenando de respuestas evasivas. No hacen falta conocer tu recorrido hasta el punto en el cual nos hemos encontrado.

No es que me sea indiferente pero muchas veces el saber crea caos, crea discordia, genera confusión y sed de razón cuando tal vez lo nuestro pueda ser algo primitivo, más instintivo y que no necesita de palabras, textos o cartas. Solamente el mirarte hace que los días sean más amenos, las noches dejen de ser para dormir y sean sueños no perecederos, en los cuales despiertas y sigues soñando o sueñas estando despierto, esa es la sensación de estar enamorados, en el limbo entre ficción y realidad, esperando no despertar jamás o no cerrar los ojos nunca más. De recorrernos los cuerpos, besarnos los cuellos y mordernos el cuerpo; desnudarnos a todas horas, sin pudor ni arrepentimiento, hacer de cualquier lugar nuestro deseo carnal, sin flagelarnos por disfrutar del erotismo. Deseándonos así sin más, sin preguntar o esperando respuestas que están implícitas en las pieles, dejando marcas en mi espalda, bañados en fluidos, enredados como serpientes, dejando nuestros cuerpos en la cama, en la pared en la regadera, en los sentimientos más oscuros y placenteros de cada uno de nosotros.

Y así es como te vas convirtiendo en palabras, en recuerdos y cicatrices que se pegan en el alma. Te vuelves cantos sin música y andas al compás de los pecados cometidos, rebotando entre lo divino y lo prohibido. Todo el tiempo esperando una respuesta a la pregunta que estaba implícita en el acto, rozando nuestros labios y contando historias frente a ti. Me tenías en tus brazos suplicando el beso que quería arrancarte a piel viva. Con los cuerpos al aire y las noches entre las piernas a súplicas de la espera y la intriga amarga que asesina los sueños y consuelos. Así me iba muriendo a besos largos con caricias dulces y días sin penumbra. Amando en silencio, descifrando tu cuerpo, imaginando nuestros días en el mundo...

Sólo Where stories live. Discover now