XVI

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La caza de los sueños

Él era una criatura hecha de oscuridad, sin forma, parecía un pensamiento cuando empieza a sonar en nuestra cabeza. Estaba formado por la nada, lleno de vacío y sus huesos eran nubes en la inmensidad del infinito.

No tenía razón de existir, pasaba su infinita existencia oscureciendo los días pasando de azules a violáceos. Mientras tanto devoraba al sol con sus fauces y volviendo todo en oscuridad, dejando a la tierra vacía en penumbra, haciendo para los depredadores más aptos una cacería perfecta.

Cada que él se apoderaba del sol aparecía una mujer de piel blanca; era tan blanca y bella que parecía brillar en esa inmensa oscuridad. Durante un largo tiempo al llegar la oscuridad ella iba a un arroyo para tomar agua.

La vigilaba constantemente, curioso, cada vez con más detenimiento, todo parecía seguir su curso y ella era más grande y bella. Pero en una ocasión ella no llego al oscurecer. Él estaba esperando y la buscaba con la vista por todos lados hasta que la vio corriendo por el bosque, presa de una jauría de lobos, la seguían a gran velocidad, ella esquivaba los árboles, resbalaba entre las hojas secas y se ocultaba entre la maleza. Llevaba en sus manos algo que no se distinguía a la distancia, no lo soltaba, a pesar de que la hacía menos ágil en sus movimientos. Su brillo era cada vez más pequeño y se veía envuelta en la oscuridad, asustada, insegura, era algo que nunca había visto en su rostro, el miedo a la muerte.

Él quedó inmute, al verla pelear contra la jauría, mientras la mordían y gruñían ella no cedía, su nívea piel se mancho de un rojo violento, esa hermosa criatura defendía lo que tenía en sus brazos con tanto coraje y valor que no se le reconocía. Caía ante las fauces de esos lobos, estaba derrotada. Perplejo por lo que estaba atestiguando, adoptó la forma de uno de ellos, pero de mayor tamaño, parecía una sombra salvaje. Sabía que no debía meterse en los problemas terrenales pero no podía dejar que acabaran con ella.

La defendió contra la jauría, lo rodearon y atacaron uno a uno, sus garras y dientes fueron clavadas en sus patas, cuello y espalda. Por primera vez se sintió vulnerable, mortal y se lleno de emociones, finalmente dio un aullido infernal que hizo que el cielo cambiase de colores, los lobos asustados huyeron. Giro buscando a esa mujer, cuando la encontró estaba en el arroyo, manchada de sangre, mientras crecían las manchas ella perdía el brillo. Ella lo vio, lo abrazo del cuello y dijo:

- Gracias. - En ese momento ella extendió sus brazos y de ellos salió un pequeño conejo blanco.

- ¿Por qué sacrificarse por algo tan insignificante? – preguntó desconcertado.

- Porque no importa el tamaño de los sueños, siempre hay que mantenerlos vivos... soltó al conejito. – y el mío, es verle por la eternidad en ese cielo oscuro, para recordarnos que siempre hay luz en la oscuridad.

La miro y quedo mudo, observaba a ese pequeño conejo que se acercó a él y le olfateaba las patas manchadas. Entonces se lleno de algo, ya no estaba vacío, sentía amor por esa mujer. En ese momento ella callo al agua tiñéndola de un rojo violento y murió. Él tomó al conejo, lo depositó en una esfera y lo llevo con él. Así se formó la Luna, y  cada día que pensaba en esa mujer  aparecía una estrella y se iba llenando de ellas en su inmensidad. Ya no era infinito ni eterno.

Desde entonces lo llámanos Noche y cada una de esas estrellas es un día más que cumple el sueño de su amada, y cuando la luna se tiñe de rojo es cuando el más la extraña.

Sólo Where stories live. Discover now