XV

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El búho

Los sueños se habían convertido en pesadillas y el silencio se llenaba de un eco siniestro. Estaban sus voces, los gritos, las súplicas. Y ese maldito búho había cantado y dictado sentencia hacía tiempo. Me encontraba en mi exilio contando las noches y estrellas, las puñaladas y heridas de bala; pero ¿cuánto tiempo se necesita para borrar las cicatrices y callar los lamentos?

Siempre fue más fácil tomar vidas y tirarlas por la borda o dejarlas en un auto en el bosque. Era mejor dar el primer golpe que recibirlo. Había familias, padres, madres e hijos, todos eran iguales; un número de cuenta por gran cantidad, no había preguntas y mucho menos respuestas sólo un pago fijo una tarifa única, podías encontrarme en la lista de contactos de quien fuese la víctima, siempre estaba mi nombre.

Una, dos, tres... cuatro, cinco... nueve, diez. Diez eran las marcas que tenía mi alma fragmentada, eran las heridas que contaban cada año de homicidio. Fue entonces que apareciste, en ese último tiro. Observando, con tus grandes ojos y curiosos, sentenciando con la mirada ¿desde hace cuánto me sigues? Años, meses y días, tal vez naciste conmigo y no me di cuenta. Pero nunca habías cantado, no habías hecho visible tu presencia y juzgabas con autoridad divina, siguiendo mis pasos hasta este momento.

Ya has cantado esta noche, preparo mis armas, guardó mi navaja y aunque sé que hoy es el día, espero verte en el olvido.

Él sabe que lo observo, ha bebido cuatro tazas de café sin azúcar, pagó la cuenta salió del restaurante y doblo en la esquina frente a un callejón, encendió su cigarrillo. Lo tengo acorralado, me hierve la sangre y me corre sudor por las manos me tiemblan los dedos y dudo de mi frialdad y de los años que he pasado asesinando a familias enteras, escucho sus voces y me da vueltas la cabeza, quiero vomitar mientras aprieto el gatillo, se nubla mi vista, estoy agitado y nervioso, ya ha visto mi rostro así que no puedo detenerme.

- Así luce una víctima antes de su partido. – dijo mientras exhalaba humo y tiraba la colilla.

- ¿Qué has dicho? – me costó trabajo pronunciar las palabras mientras caía al suelo.

- Este es el rostro del pasado amigo mío – lo conozco había visto esos ojos antes – es mejor dar el primer golpe que recibirlo, eso decía siempre mi papá.  Hola papá, mamá me contrató para llevar tus restos junto a los suyos. " Lo que perdimos en el fuego en las cenizas lo encontramos".

El búho me veía, cantaba su sentencia, todo era blanco y callado, había voces que se apagaban, no eras tú el que me seguía, siempre fue la culpa y la agonía el pasado que seguía mis pasos cautelosos. Uno, dos, tres cicatrices por herida de balas, cuatro, cinco, seis, por puñaladas, siete...

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