Caprichos de los Dioses - Capitulo 2 - Maldiciones

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                                               Caprichos de los Dioses - Maldiciones

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Las palabras de la odiosa bruja de su madre aún resonaban en su cabeza, como siempre estaba sentado frente al mar embrabecido, sus largos cabellos entre rubios y oscuros se mecían como latigos bajo la caprichosa fuerza de este.  Con las manos aún en la frentre y tras gritar maldiciendo al cielo, lanzó con toda su fuerza una nueva piedra que se hundió provocando un tremendo impacto contra la sueperficie ondulante que pareció protestar con una nueva ola que estalló en respuesta contra la costa creando una densa espuma blanca.

Sus ojos normalmente azules, ahora eran completamente rojos. Dos puntos incandescentes como ascuas en respuesta a la furia de su demonio interior como buen semidios de la guerra y el tormento que era. Él, la pesadilla de todo ser humano, temido, reberenciado y hasta adorado por algunos...

¿A qué tenía que verse reducido? a una maldición lanzada por su propia madre por culpa de su ambición, de su orgullo y belicosidad. Más que por todo eso por su arrogante vanidad, jamás saciaría su sed de sangre ni su soledad hasta que diera con ella...

Ella” volvió a torcer la sonrisa con ese deje de orgullo herido y vanidoso, que ironía...

Se levanto de las afiladas rocas negras como carbón y miró al horizonte mientras el mismio mundo parecía reírse burlonamente de él. Podía escuchar sus voces susurrantes, sus chistes y risas sobre él diciendo... “mirad, ahí va el pobre Warx, tan grande que fue y ahora caído en desgracía, pero cuidado no os oíga o os mandará a los dominios de su padrastro” Apretó el puño tratando de controlar su ira y procuró reflexionar echando la vista atras ¿Tan tirano y cruel  había sido en realidad?

La venganza era su arte particular, arrebatar lentamente la vida a esos condenados era un placer del cual disfrutaba, eran todos unos verdaderos mosntruos, unos sádicos que causaron más dolor y destrucción que él mismo, osando desafiar a los Dioses, creyéndose mejores o abusando de su propio poder... él sólo restablecía el orden mientras iba quitandoles hasta el último aliento de vida dejando bien grabada su mirada en estos que no podían perder la conciencia hasta que él los liberaba por fin a la muerte.

Su mejor aliada, tanto Thana como Harsx estaban encantados con la de almas y cuepros que les llevaba.

El infierno estaba lleno gracias a él y a las guerras que los propios humanos y Dioses desataban con sus propios actos vanidosos y pueriles. Humanos... tan insignificantes e inquietantes a la vez. Él veía sus almas... corruptas, negras, putridas y decadentes... estos eran los más fáciles de hacer caer, en su corazón ya estaba arraígado el mal asesino, la sed de sangre. Ningun otro era capaz de llamar su atención, incluso se reía del resto de sus congeneres que caían rendidos ante algunos de esos seres frágiles. Hablaban de algo que los hacía especiales, que poseían algo que ellos habían perdido, disertaban sobre su manera tan intensa de sentir y vivir. De las barbaridades y maravillas que eran capaz de ejecutar por esos mismos impulsos, su ansía por perdurar y aferrarse a una vida que se les había otorgado efímera. Revelandose... ellos, sus creaciones, tan semejantes a ellos que no entendía como podían reprocharles ciertas cosas.

A él tanto le daba toda aquella chachará insulsa, lo único que lo entretenía un poco eran esas bebidas fuertes y embriagadoras que eran capaces de destilar algunos tan diferente a la ambrosía o a sus vinos. Le gustaban sus fiestas y deprabaciones... le gustaba sentarse desde lo alto y ver como las mujeres danzaban insinuantes alrededor de las hogueras provocando la pasión de los hombres, le gustaba poseerlas también de las formas más brutales y placenteras posibles. Le gustaba oírlas gritar y gemir retorciéndose contra su cuerpo.

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