09. El Consejo

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El día siguiente, Draco despertó con un fuerte dolor de cabeza, había olvidado como había llegado hasta su habitación, hacía tanto que no tomaba de esa forma hasta perder el control, se olfateo y tuvo que correr al baño a vomitar, no sabía cómo había adquirido ese despreciable olor, sólo rogaba porque no fuera algo permanente.

Cuando terminó de ducharse se alistó rápidamente y corrió hasta la insoportable puerta que tenía que cuidar, odiaba su trabajo actual, seguía envidiando a Nott por tener el mejor empleo del mundo, él tenía que tocar a hombres feos y mujeres horribles y espantosas.

Umbridge le sonrió cuando le dio el paso, él puso los ojos en blanco y observó al frente, como siempre, cinco minutos después, una chica de piel oscura caminó hasta él, con la falda color verde botella, la blusa blanca y el saco verde, tenía bonito cuerpo, así que por lo menos, algo positivo resultó de las personas que llegaron, porque ella tenía que ser el alto cargo que llegó.

— ¿Tienes que revisarme? –interrogó con cara de asco.

—Sí, tengo qué –se encogió de hombros –no es como si quisiera, pero tengo.

— ¿Sabe usted que contestarle así a un superior amerita una sanción?

—Lo sé –sonrió cansado, le dolía la cabeza y no quería discutir –pero es mi trabajo revisar a todas las personas que quieran pasar por esa puerta.

—Espera ¿incluso a la Jefa del Departamento de Defensa de La Orden?

—Incluso sea el mismo Gran Canciller –le informó, así que su gesto de desagrado creció, pero dejó que Draco la revisara.

No tardó ni cinco minutos en hacerlo, no le agradó tocarla, a pesar de tener bonito cuerpo, su actitud no era la mejor de todas, la hacía igual de repulsiva que Umbridge, la chica pasó con el ceño fruncido, pero no le prestó demasiada importancia.

Se recargó cuando nadie más llegó después de diez minutos, la cabeza le daba vueltas, no debió beber así una noche antes de volver al trabajo, no levantó la cabeza cuando escuchó que unos tacones resonaban en el fondo hasta que se detuvieron casi frente a él, observó la falda azul marino y puso los ojos en blanco, así que echó la cabeza hacia atrás y puso su mejor cara a la persona frente a él.

—B- ¿Ginevra? –interrogó incrédulo.

— ¿Sigue tuteándome, Sr. Malfoy? –negó.

—Creí que... creímos que...

— ¿Es capaz de terminar una simple oración o no? –indagó seria.

—Por supuesto que soy capaz, es sólo que... todos aquí creímos que estabas muerta.

—Muchos lo piensan, sin duda –se encogió de hombros –ahora, con tu permiso, entraré al Consejo.

—Lo siento –la detuvo extendiendo su brazo para detenerla –no puede pasar.

—Tiene que ser una broma –gruñó –tengo diez minutos de retraso y...

—Podrá pasar, pero tengo que revisarla primero –se encogió de hombros y le sonrió sínicamente.

— Comprendo, son órdenes ¿cierto? –él asintió –bien.

La sonrisa del rubio incrementó cuando la pelirroja se quitó el saco, poniéndolo en el perchero junto a ellos y estiró los brazos, formando una T, iba a disfrutar aquella humillación a la persona de la chica, sus manos fueron de inmediato a la cintura y descendieron lentamente hasta los tobillos, regresó sus manos por el mismo camino hasta las axilas de la chica y las yemas de sus dedos acariciaron la tela de la blusa, que se ajustaba a sus delgados brazos, acarició la palma de ella y volvió el camino hasta las caderas.

Río Escarlata || DrinnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora