06. El Ataque al Complejo

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Quedarse quieta en su habitación sin presentarse al laboratorio se le hizo algo completamente imposible, así que por la mañana tomó una ducha rápida, se colocó el uniforme recién planchado y alistado que una de las chicas del servicio le había dejado perfectamente colocado sobre la cama, se vistió de manera lenta, cuidando cualquier mínimo detalle, si algo había dentro de los altos cargos de La Orden, era el gusto, placer y obsesión por lo recto y los mínimos detalles eran tan importantes como los muy grandes detalles.

Se observó en el espejo, levantó la cabeza para ver si el cuello estaba bien doblado y si las puntas quedaban en simetría, ella no era tan detallista, siempre había sido descuidada, al menos eso era lo que su tía Dolores siempre le había dicho, que cuando era más pequeña, y las cosas iban bien, le gustaba correr descalza entre la tierra, el lodo y las plantas, que sus padres no decían nunca nada, no la reprendían, pensaban que esa paz iba a durar por muchos años, pero desgraciadamente, sólo duró muy poco; la Resistencia había atacado su casa en su cumpleaños número seis, y era algo que todos los días recordaba, cada que una sonrisa aparecía en su rostro, la imagen de ese hombre que ahora tenía un rostro y un nombre, aparecía en su mente, arrebatándole de nuevo todos aquellos momentos felices.

Los soldados le siguieron cuando salió de su habitación, tenía que admitir que la gente de Londres era más dedicada y apasionada con su trabajo, si algún soldado se atrevía a hacer lo que Blaise Zabini, iría directamente a una sanción sin retorno, o si se atrevían a hablarle como ese rebelde, lo hubiesen golpeado hasta dejarle casi muerto, sólo, para recordarle, que su lugar en esa organización, no le permitía ni siquiera una mirada amable de uno de los altos mandos.

El escáner se expandió en cuanto se puso frente a él, la luz azul eléctrico la escaneó completamente, reduciéndose al llegar a sus ojos, dio tres giros hacia el sentido del reloj y después siete al contrario, volvió a ampliarse volviendo su tonalidad a color morado, elevó sus manos para que el escáner pudiese codificar sus huellas dactilares, las giró para que codificara las líneas de sus nudillos y por último las palmas de las manos.

Los soldados estaban tan acostumbrado a eso, que ni siquiera la observaron, su vista seguía atenta a cualquier clase de peligro que se acercara a ellos por cualquier parte del corredor, siempre con sus armas cerca, en descanso.

La puerta se abrió después de que tecleara su código de acceso, sonrió al entrar al laboratorio, un mar de gente iba de un lado a otro, con un montón de piezas y fragmentos de los nuevos experimentos, nadie se detuvo a saludarla, uno, porque jamás hablaba con alguno de los pasantes del Laboratorio, dos, porque estaban demasiado ocupados para detenerse a ver quién entraba o quien se movía entre ellos, esa clase de detalles eran mínimos y no importaban.

Avanzó hasta el final del amplio laboratorio, era casi el doble de un hangar, estaba lleno de experimentos, al centro había un tuvo que recreaba el fenómeno de un ciclón, era algo así como su emblema, el profesor Dumbledore decía que era su motivación personal y que fue lo primero que puso cuando la Orden se creó, era un mensaje para todos ahí, algo que les recordaba que incluso la naturaleza podía ser recreada dentro de un cuarto, y mantenerse viva, artificialmente.

Se giró cuando escuchó la voz de Millicent, la ayudante y mano derecha de Slughorn, había ido porque en Wiltshire no tenían nada de importancia, simplemente, se les hacía creer a la Resistencia que todo lo que se albergaba en ese complejo, era lo más destructivo y lo que sin duda ayudaría a la Orden, a terminar con esa maldita rebelión que no llevaría a nada bueno.

—Ginevra –le llamó la chica completamente desubicada –pensé que estarías con Slughorn, ayudando a reparar el sistema.

—Dolohov no creyó que fuera necesaria mi presencia por más tiempo.

Río Escarlata || DrinnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora