42. Un Ataque Más

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Todo el asunto del asesinato de Potter, Granger y Weasley estaba haciendo que los hombres se pusieran nerviosos, los hombres búlgaros veían a los ingleses con cierto recelo, dejando a sabiendas que quien lo hubiese hecho, eran de ese lugar, no de los visitantes, ellos no conocían a Potter y a los otros dos, así que todo se remontaba a sus hombres, a nadie más.

Los comentarios y los sospechosos iban de uno a otro, haciendo comentarios inapropiados, pero el que Theo le comentó, lo dejó pegado al suelo, y más, porque tenía razón.

—Bill murió en batalla –soltó Karkarov.

—Lo de Ron fue espantoso, Draco, pero son dos de los siete, no puedes hacer caso a lo que se dice –admitió Cedric.

—Cuatro –informó Draco –George y Fred murieron en batalla hace unos días.

—Percy también –se escuchó la voz de Lupin a través del radio –lo hirieron en batalla, agonizó un día y horas, pero sucumbió, sólo queda Charlie en batallón, y ella.

Todo esto es una idiotez –soltó Sirius –esa idea sigue siendo descabellada, si la cosa es con los Weasley, Harry seguiría vivo, y en todo caso...

—El consejo está de acuerdo con Sirius esta vez –soltó la profesora McGonagall –Draco, te conozco perfectamente, estamos a pocas batallas, no puedes cometer una insensatez por esa chica, no en un momento tan crucial como este.

—La mujer tiene razón –apoyó Karkarov.

Todos comenzaron a hablar al mismo tiempo, dando sus opiniones, diciendo que era lo bueno y lo malo, lo correcto por hacer de parte del líder, que había ciertos estándares que cumplir, lo que se debería de hacer, las precauciones.

Golpeó la mesa poniendo fin a la maldita discusión, le dolía la cabeza y todos creían tener la razón respecto a lo que estaba pasando, pero a él le importaba una mierda, observó a Tom que se encogió de hombros e hizo un ademán para indicarle que era su decisión y de nadie más, así que entrelazó los dedos frente a su rostro en señal de que todos tenían que estar en silencio en lo que él luchaba consigo mismo, hacer lo necesario para ganar la guerra, o ir por Ginevra.

—Iré por ella –Habló después de unos segundos.

Sirius golpeo la mesa con frustración, todos los demás omitieron queja alguna, sólo negaron.

—Vamos a perder esta guerra si sigues al mando, si sigues pensando en esa perra en lugar de toda la gente a la que diriges, eres un maldito líder, no puedes sacrificar al bien común por una mujer, somos miles de personas siguiéndote en esta guerra imposible, y estas condenándonos al infierno por una mujer que siempre está en problemas.

—Tom se quedará en mi lugar, y si no vuelvo, bien, él será un buen líder.

—No quiero estar en tu lugar –se recargó el hombre –no quiero poder, no quiero guiar a nadie, sólo quiero que esta mierda termine, e irme a un lugar en paz, sabiendo que estaré tranquilo sin que alguien venga a atacarme por no saber de qué bando estoy.

—Pues guiaras a estas pobres almas a la victoria si no vuelvo, y después, sólo después de terminar la guerra, volverás a ese lugar Pacífico y no serás molestado.

—De acuerdo, pero... Por favor, intenta volver.

—Volveré con ella, eso lo juro.

Salió del lugar dejándolos a todos serios, nadie dijo nada, hasta que Sirius se puso de pie.

—Deberíamos relevarlo en sus decisiones, no creo que un niño como él pueda guiarnos, no con esa obsesión que tiene por esa pelirroja, no lo deja pensar bien, piensa con lo que tiene entre las piernas y no con el cerebro, ¿sí? –soltó al ver a Tom.

Río Escarlata || DrinnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora