Cap.1 Nuestra Hija

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El de hoodie rojo y azul miraban a la pequeña sentada entre ambos, hace unas horas habían llegado a casa y sus padres obviamente sorprendidos por una niña en casa les preguntaron que había pasado y mejor decirles la verdad, ¿no? A pesar de las dudas los progenitores aceptaron a la menor con una gran sonrisa, un nieto es un nieto y la pequeña era la viva imagen de Osomatsu, ¡incluso tenía ese gesto de rascarse debajo de la nariz con el índice! Cosa que a Karamatsu se le hacía realmente tierno ya que cuando Osomatsu lograba verlo se sonrojaba de sobremanera.

—A ver ammm, Osori-chan...—iba a continuar cuando lo interrumpieron por la mencionada—

—Puedes llamarme ceresita Otosan—movió sus pies de derecha a izquierda—

—Ceresita, explícanos mejor quiénes son tus padres, ¡que hago yo! O, ¿como nos conocimos tú Okasan y yo?—el de hoodie rojo sudaba por la mirada asesina a sus espaldas—

—Otosan es el jefe yakuza de Japón, ¡es muy fuerte! Eso es lo que haces y pues no se muy bien, solo que Okasan un día te dijo que yo estaba en su pancita y ustedes se casaron, aunque... Pelean mucho ahora, cuando era más pequeña no lo hacían—su semblante se entristeció—

—Eso es porque tus verdaderos padres van a separarse—dijo de forma amarga el de hoodie morado—

—¡Ichimatsu!—le reprendió el de azul sosteniendo la mirada de muerte del cuarto—

—Lo siento...—se llevó sus pequeños puños a los ojos dejando caer las pequeñas lágrimas—

—No, no, no es tu culpa—un sentimiento de protección nació en el segundo hermano que cargo a la menor entre sus brazos mientras acariciaba tiernamente sus cabellos una vez que acomodó a la pequeña en su hombro—

—No le digas esas cosas a una niña Ichimatsu—el mayor también regaño a su hermano y se acercó al segundo para darle mimos a la pequeña cuando a pesar de la grave voz del segundo, pudo notar la dulzura en esta al momento de tratar con la pequeña—

¿Tu también sientes esa necesidad de tenerla contigo siempre Karamatsu?

Mis padres volverán a estar juntos y ustedes no lo impedirán—les sonrió al de hoodie morado y el de verde de una manera bastante tétrica que hizo temblar a los mayores—

—¿Cuantos años tienes pequeña?—preguntó Todomatsu después de subir una foto a Instagram con la menor—

—¡Seis!—respondió alegre—

—¿Te gustan los dulces?—Jyushimatsu la tomó para lanzarla al aire mientras ella reía divertida—

—¡Me encantan! ¡Más los chiclosos de fresa!—se bajo al suelo tambaleando debido a la actividad recién hecha con el de amarillo quién después la hizo imitarlo con su hustle, hustle, muscle, muscle—

—¡Pongan el futón es hora de dormir!—grito Osomatsu—

—¿Futón?—miro a todos confundida a lo que los más grandes solo se limitaron a reír—

La pequeña se metió en el rollo que era en esos momentos la cama y cuando el amarre fue soltado ella comenzó a reír a causa del desenrollado de este,  quedando acostada, estaba por regresar cuando fue apresada por su padre y cargada como saco de papas.

—Tu Okasan quiere verte en la cocina...—bostezo saliendo de la habitación—

—¡Tocchan! ¡Tocchan!—golpeaba la espalda de su "padre" con sus pequeñas manos hasta ser bajada—

—Tu abuela te consiguió una pijama Osori-chan—el segundo le sonrió enseñándole una pequeña bata de color crema y unas pantuflas—

Después de vestir a la menor esta se cepillo los dientes y después amablemente Karamatsu le peinó el cabello, extrañamente Osomatsu no quería despegarse de ellos, sentía una hermosa calidez al ver a la pequeña con Karamatsu que no podía evitar quedarse mirándolos así fuesen horas, el segundo estaba igual, eran como dos Osomatsus, solo que uno más pequeño y niña, era tan tierna y dulce, daban ganas de amarla y mimarla, sus padres en verdad eran afortunados. Llegaron al futón y Osori decidió dormir con Osomatsu pero decidida a que sus "padres" durmieran juntos no se soltó del segundo ni con cosquillas, logrando así su cometido, mandar al tercero al lugar del segundo después de un gruñido de este, Osomatsu y Karamatsu quedaron frente a frente mientras la pequeña descansaba en medio de ambos, Karamatsu cayó dormido después de su hija, el mayor no pudo evitar acariciar la mejilla de su hermano menor y después la de la pequeña, eran suaves, muy suaves, posó su mano también sobre la del segundo que descansaba en el estómago de la menor durmiéndose ajeno a las miradas penetrantes que les dirigían desde el otro extremo del futón—

OsoriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora