3. Sacrificio

2.7K 169 7
                                    

Tove

—¡Gané!.—grito victoriosa.

—Te deje.—se excusa Erlendur.

Me limito a soltar una pequeña risa y me vuelvo hacía el.

—Ahora ya sabes lo que tienes que hacer.—le advierto.

No dice nada y se pone delante de mi y yo me subo en su espalda. Erlendur me tiene que cargar hasta la tienda, ya que le gane en nuestra batalla.

Al llegar a la tienda veo a Eivor en la entrada obstaculizándola, mientras nos miraba seriamente.
Me bajo del lomo de Erlendur, le dedico una pequeña mirada y luego caminó hacia Eivor.

—Tove, Erlendur, pásenme las espadas y entren.

Ambos no comprendemos lo que sucedió, tal vez esta molesta porque hemos sacado las espadas sin su permiso. De todas formas entramos y nos encontramos con nuestro padre sentado mirándonos seriamente.

—Padre.—dice Erlendur tratando de cortar el silencio.

—Entonces ustedes dos han sacado las espadas.—nos mira fijamente y sin ninguna expresión.

—Yo las saqué.–contesto rápidamente.

—Eivor, un momento.—mi padre hace una señal y esta se retira.—Vengan.—vuelve hacia nosotros.

Nos miramos un segundo con cierto temor, pero finalmente terminamos acercándonos.

Cuando ya estamos lo bastante cerca de él, nos mira y en un movimiento brusco, yo cierro los ojos, esperando algo peor, pero lo que resulta ser un abrazo de nuestro padre ambos.
Erlendur y yo quedamos un poco sorprendidos ante ese gesto, mientras nuestro padre nos hace una señal para que nos sentemos, cada uno por un lado de su pierna.

—Estoy orgulloso, han empezado a experimentar el deseo de pelear.—dice con entusiasmo.

—Gracias padre, pero porque nos has asustado de esa manera para felicitarnos.—habla Erlendur.

—Solo una pequeña broma, nunca esta de mal una de vez en cuando y ahora ustedes dos van a tener que aprender a pelear, para llevarlos a luchar conmigo.

—¿Enserio?—digo entusiasmada.

Por lo usual no hay muchas mujeres guerreras en nuestra aldea en Dinamarca, aunque mi madre es muy conocida por ser una gran guerrera, y mi sueño es llegar a ser como ella.

—Si—contesta mi padre.—¿Por que no? Tu aprenderás de tu madre.

—Gracias padre.—contesto con aire entusiasmado.

—Entonces ahora, levántense.—dice y hacemos caso.—El sacrificio nos espera.

—Pero es cuando el sol empiece a bajar.—dice Erlendur.

—Lo sé, pero tengo que hablar con unos monjes, me han informado sobre un problema y tengo que ir a ver de que se trata.—contesta y se levanta.—Los veo más tarde, hijos míos.—termina y sale por la tienda.

Admito que su comportamiento al principio fue un poco desconcertante para mi hermano y yo, pero tras las palabras de nuestro padre, ambos hemos quedado entusiasmados con la idea, pero podría decir que yo más que él. Para mi es más que un privilegio que mi padre a esta edad me de la oportunidad para salir a viajes con el y empezar a luchar, ya que pocos niños como nosotros dos, van a luchar por tierras o contra nuestros enemigos y más impactante es cuando eres una niña, ya que generalmente se quedan en la aldea haciendo otras cosas.

El plan perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora