4. Adiós.

2.1K 175 8
                                    

Tove.

Para mi fue un tanto complicado poder dormir, había una extraña razón por la cual no podía, finalmente tras largos y largos minutos con insomnio pude conciliar el sueño.

A la mañana siguiente, la gente desde temprano ya se encontraba en movimiento , todos estaban guardando y llevando cosas hacía sus embarcaciones para poder volver a sus hogares.

Al igual que nosotros, ya estaban llevando nuestras cosas para nuestra embarcación, mientras yo tan solo contemplaba sin decir nada y hacer nada nuestra tienda, que ya estaba siendo desarmada.

—¿Te gustó el festival?—pregunta alguien a mi lado.

Me doy vuelta para encontrarme con mi padre, mirando al igual que yo la tienda.

—Si.—contesto.—¿Que va a pasar ahora?

—¿A que te refieres?—pregunta el.

Nunca se lo había dicho a mi padre lo que estoy a punto de hacer, de todas formas no era la gran cosa.

—Yo se que hay un problema con Jarl Borg y que es por eso que te has hecho aliado del conde Ragnar Lothbrok.–respondo tranquilamente.

La gente habla y habla, por más que mi padre haya mantenido en secreto el problema sobre las tierras con Jarl Borg, es más que probable que yo me enterase, soy su hija, como también integrante de la aldea, la cual la mayoría sabia que algo sucedía.

—Esos son problemas que aún no deberías involucrarte.

—¿Habrá una pelea?—pregunto.

—Todo depende de Jarl Borg.—contesta el con simplicidad.—Vamos, es hora de irnos.—pone una mano en mi espalda y comenzamos a alejarnos.

En el camino hacía el barco que nos llevará a Dinamarca, miro a la gente que va de un lado para otro, por lo que había podido observar ya varías embarcaciones se han ido.
Mi padre se queda mirando hacia cierto punto, tras uno segundo petrificado, reacciona.

—Espera acá, necesito hablar con alguien.—dice sin ni siquiera mirarme y se marcha.

Unos minutos después, de haberme quedado sola, veo a lo lejos, si es que mi vista no me falla a Erlendur, conversando con alguien, pero no tenía idea de quien podría ser, ya que el cuerpo de mi hermano no me dejaba ver.
Sin nada más que hacer, opto por ir hacía el, mientras más me iba acercando, podía contemplar mejor de quien se trataba, ya a una distancia prudente, me di cuenta de que se trataba de Gyda.

Para mi fue un tanto extraño, verlos juntos, porque ya se notaba que tenían cierta atracción, no quería interrumpir sus últimos momentos así que preferí dar la vuelta. En el momento en que me daba la vuelta, veo el cuerpo de Bjorn a espaldas de mi. No sabía si hablar con el o tan solo seguir mi camino hacía no se donde, pero en el segundo en que debatía con mi mente sobre qué hacer, este comienza a caminar, alejándose de mi.

Un poco indiferente ante eso, yo también decidí irme, me fui directamente hacía la costa, viendo como los barcos se iban cargando y la gente ya comenzaba a abordar. Me senté en una roca, esperando, a que alguien viniera a decirme que era hora de partir, por ende cerré los ojos, me sentía relajada, con el sonido del movimiento del mar.

—¿Que piensas?—pregunta alguien, haciendo que abra los ojos abruptamente, girándome y de un pequeño salto de susto.

—Me asustaste.—contesto un tanto ya aliviada.

Frente a mi se encontraba Bjorn, a unos pasos insignificante de distancia en donde yo me encontraba sentada, él mira hacía su alrededor con el ceño fruncido, para luego dirigirse a mi y sin más sentarse a mi lado, sin aún decir ninguna palabra.

—¿Te vas ya?—pregunto yo un poco incómoda por el silencio que se había formado, mientras él seguía con la mirada clavada al frente.

Este asiente con la cabeza, para luego girarse hacia mi dirección, por primera vez.

—Vine a despedirme.—tras unos segundos logra responder.

—Nos volveremos a ver Bjorn.

—Si los dioses así lo quieren.—responde.

—Se que así es.—asiento con la cabeza.

—Habrá que esperar.

—Nuestros padres son aliados, nos veremos más pronto de lo que piensas.—respondo.

—Tienes razón.—contesta luego de mirarme unos segundos y luego se levanta.—Creo que ya es hora de irme.

—Anda.—sonrío.

Este asiente con la cabeza y sin dirigirme la mirada de nuevo empieza a caminar lejos de mi, mientras camina se detiene unos segundos y se gira hacia mí.

—¿Podrías prometerme algo?—pregunta a lo lejos.

—¿Que cosa?—me levanto.

—Si no nos volvemos a ver nunca, no te olvides de mi.—sonríe y yo le correspondo.

—Lo haré. Adiós.—termino.

—Adiós.

El plan perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora