Capítulo 4

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Aquel día, decidí salir antes de hora. La clase que me quedaba era una de las más fáciles, y el día anterior ya había adelantado contenidos, de forma que no me afectaría faltar.

Salí del edificio con paso ligero, sintiéndome de un maravilloso buen humor. Dejé que la sonrisa aflorara a mi rostro, y caminé por las calles rebosante de energía.

¿Qué era lo que había propiciado el cambio? ¿Saltarme la última clase? ¿El buen tiempo? De cualquier forma, aquella mañana me había despertado totalmente malhumorada, y lo que sentía ahora era lo completamente opuesto a eso.

Entonces caí en la cuenta.

Me giré, esperando ver una figura vestida de negro esquivando hábilmente las personas que abarrotaban la acera, pero no fue así. Por lo que parecía, mi perseguidor se había tomado el día libre.

Dejé que mi sonrisa se ensanchara, y me volví de nuevo al frente, dispuesta a continuar mi camino hasta casa.

Y entonces choqué con un muro oscuro y caí al suelo.

– Mierda, mierda... –dije, mientras recogía los libros que habían salido de la bolsa, y entonces caí en la cuenta de que el joven con el que me había chocado seguía ahí, quieto, en vez de seguir con su camino. Alcé la mirada lentamente, esperando encontrarme un semblante que trasluciera enfado o incluso preocupación, pero lo que me encontré me sorprendió.

Me quedé sin aliento. Unos ojos claros, fríos como el hielo, me miraban fijamente.


– Tú –jadée, sin poder evitarlo. Era la primera vez que lo veía de frente, ya que la única vez que le había visto el rostro fue cuando, una vez, me giré y a él no le dio tiempo a ocultarse.

Él sonrió, cruzando los brazos sobre el pecho, aparentemente tranquilo.

– Yo –dijo. Su voz era suave como el terciopelo y, pese a ser más grave que la mía, tenía un tono suave y melodioso.

No pude evitarlo: me quedé embobada observando la perfección que desprendía, semejante a un aura que lo envolvía y le hacía parecer un ángel más de lo que nadie debería tener derecho.

– ¿Planeas quedarte ahí tirada todo el día o quieres que te ayude?

Recordé de repente que aquel no era, ni más ni menos, el joven que llevaba persiguiéndome casi todos los días desde hacía ya varios meses; y que el mostrarse abiertamente había sido tan repentino como su aparición en mi vida.

Se me hacía extraño mirarlo de frente, observar sus brillantes ojos azules sin que la sombra de su capucha los ocultara. Pero, aún así, el cambio no me disgustaba. Cualquier cosa era mejor que sentir cómo se clavaban en mi espalda mientras que yo buscaba formas de dejarlo atrás.

Apenas fui consciente de su gesto hasta que su mano apareció frente a mí, y caí en la cuenta que me estaba ofreciendo ayuda. Acepté, titubeante.

Cuando me hube incorporado, respiré hondo y volví a mirarlo a los ojos, no sin temor de perderme en aquella hermosa mirada, como si de un profundo pozo de hielo se tratase.

– Eh... gracias –mascullé. Deseaba irme de allí cuanto antes, pues las advertencias de Kaden habían calado en mí y tenía miedo de que aquel inesperado encontronazo tan sólo fuera el preludio de algo malo, malo para mí. Quién sabe, quizás pretendía ganarse mi confianza para luego secuestrarme cuando menos me lo esperara.

No digas tonterías, pensé. Aquella posibilidad parecía sacada de la trama de una película, y, sin embargo, lo pensaba de verdad. Realmente, temía que aquel chico pudiera hacerme daño.

Pero, por otro lado, estaba aquella aura de fascinación que me atraía hacia él como un imán; y es que me sentía como la mosca atrapada en la tela de araña: había caído, inevitablemente, para bien o para mal. Fueran cuales fueran sus propósitos, no le sería difícil llevarlos a cabo.

Él pareció percatarse de mi silencio pensativo, por lo que enarcó una ceja.

– Ethan –dijo, con una hermosa sonrisa de dientes perfectos y resplandecientes,.

Titubée. Desde luego, no era buena idea decirle mi nombre a aquel desconocido, si es que no lo sabía ya. Pero, desde luego, si yo tenía fama por algo, era por bocazas.

– Victoria –musité.

Él asintió.

– Bueno, yo... yo me voy.

Él sacudió la cabeza.

– Ah, no. Te acompaño.

Fruncí el ceño. Y entonces exploté.

– Pero ¿a ti qué te pasa? Llevas meses persiguiéndome por la calle, y ahora, me choco contigo, y vienes con que quieres acompañarme. Acompañarme a casa. Eres consciente de lo que has dicho, ¿no? Quizás seas un violador en potencia, o un secuestrador. ¡O incluso un asesino! Quizás escondas mi cuerpo en tu armario. No, no, no tienes la pinta de guardar cadáveres en tu casa. Quizás quemes mi cuerpo y tires mis cenizas al río. ¡Quién sabe!

Él dejó escapar una risa profunda y genuina.

– Victoria –me estremecí levemente cuando pronunció mi nombre–, ¿realmente tengo la pinta de ser un asesino? ¿O un violador, o un secuestrador?

Fruncí el ceño.

– ¿Qué esperas que piense de alguien que me vigila casi a diario? Si no eres nada de lo anterior, ¿por qué no explicas? Seguro que tienes un apasionante motivo para justificar el hecho de perseguir a una chica por la calle durante meses. A no ser, claro, que seas un asesino, un violador o un secuestrador. En ese caso, lo entenderé, pero, desde luego, no te dejaría acompañarme a casa.

Él puso los ojos en blanco.

– Digamos que me importas, Victoria. Y no me gusta que la gente que me importa sufra daño alguno, por lo que quería... no sé, asegurarme de que permanecieras completamente a salvo. ¿Lo entiendes ahora?

Aquella revelación me dejó con la boca abierta.

– Tú... tú estás mal de la cabeza.

Sonrió, encogiéndose de hombros.

– No lo dudes. Pero tengo sentimientos, pese a todo, y cuando tú estás cerca, resurgen con más fuerza. ¿Sabes a qué me refiero?

Fruncí el ceño.

– Vale, lo asumo. Estás completamente ido. Piérdete, ¿me oyes? No me viene bien tener psicópatas cerca.

Agarré bien mi bolsa y me marché, caminando con prisas. No veía el momento de dejarlo atrás; porque, aparte de la inquietud, Ethan me inpiraba atracción.

Y esperaba con ansia la oportunidad de olvidar todo esto; porque el único final que le veía a esta situación si escogía el camino equivocado no era feliz, desde luego.


Mi asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora