Capítulo 6

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Llevaba varios días viviendo sin cosas aparentemente indispensables, como pan de molde o suavizante para el pelo, con tal de no tener que salir a la calle y tener que enfrentarme a la posibilidad de que Ethan estuviera ahí, observándome desde alguna esquina, o quizás siguiéndome a distancia, sin perderse ni uno de mis movimientos. Un escalofrío recorría mi espalda cada vez que consideraba la posibilidad siquiera, y supe que tendría que apañármelas para sobrevivir hasta que Kaden volviera y fuera a hacer la compra.

Pero el tercer día de mi encierro, cuando abrí mi despensa, supe que no sería capaz de aguantar mucho más.

Me había quedado sin chocolate, y eso era algo que mis conocidos sabían muy bien: no podía vivir sin chocolate. Ni de lejos. Lo sabía, y por eso, mi consciencia se estaba haciendo poco a poco a la idea de un posible encuentro con el psicópata que últimamente tenía un ojo puesto sobre mí.

Cuando llegó en el momento en el que asumí que necesitaba un urgente suministro de chocolate, me hice con unas gafas de sol y me solté el pelo, de forma que, si me veía, no me reconociera tan fácilmente.

Respiré hondo y agarré el pomo de la puerta. Bajé las escaleras titubeante, y cuando puse un pie en la calle, saqué el teléfono, marqué el número de emergencias e inspiré hondo. Me aventuré calle abajo lo más rápido que pude, con la vista fija en la tienda de comestibles que se encontraba unos veinte metros más allá.

Me encontraba a punto de cruzar la calle, en dirección a la otra acera, cuando una figura vestida de negro llamó mi atención por el rabillo del ojo. Estos segundos de distracción fueros suficientes para que no me fijara en que el semáforo ya estaba en rojo, y que un coche se abalanzaba sobre mí a toda velocidad. Lo últime que vi fue el rostro descompuesto de Ethan, que observaba con ansiedad la escena.

Chillé y me cubrí el rostro con las manos instintivamente, al mismo tiempo que saltaba hacia atrás. Cuando abrió los ojos, estaba tirada en el suelo, y se encontró con que había conseguido esquivar el coche a tiempo, y que éste había frenado.

Me levanté, y comprobé rápidamente que estaba entera. Jadée, sorprendida, al darme cuenta que había estado a tan sólo un paso de la muerte. Un poco más... y probablemente habría acabado bajo las ruedas del coche, cuyo conductor me chillaba, descontrolado.

Pero yo no lo miraba a él: lo único que era capaz de procesar es que Ethan había desaparecido de mi campo de visión, cuando hasta hace unos segundos estaba ahí, observándome.

Ignorando los gritos del conductor, seguí mi camino hasta la tienda.

No tardé más de dos minutos en volver a salir, armada con una bolsa y disparando a mi alrededor miradas alarmadas. Prácticamente corrí hacia casa, ansiosa por arrebujarme bajo mi edredón.


Mi asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora