Capítulo 9

80 6 1
                                    


Cuando llegué al callejón, observé con satisfacción que Ethan me esperaba allí. No había tenido que hacer más que llamarlo en mi mente, y él había acudido. La idea de que pudiera leerme el pensamiento se me antojaba algo inquietante, pero, por ahora, era práctico. Ethan iba y venía, y por lo que yo sabía, era casi imposible contactar con él.

Además, pensé, lo más probable es que sólo pueda oirte cuando lo llames.

Esa probabilidad me tranquilizaba más, ya que el hecho de que pudiera ver todo lo que pasara por mi mente no ayudaba al hecho de que su presencia seguía provocando una profunda turbación en mí.

– Veo que al fin te has vuelto razonable –dijo, luciendo algo que podía interpretarse como una sonrisa.

Fruncí el ceño.

– No te confundas. Tan sólo quiero hacerte unas cuantas preguntas.

Él enarcó una ceja.

– ¿Ah, sí? ¿Y te parece que voy a responderlas? Sé perfectamente lo que quieres sabes, y permíteme que te diga una cosa: si supieras realmente en lo que te estás metiendo, saldrías huyendo.

– ¿De que se trata, pues?

Torció el gesto en una expresión amarga.

– Estoy hablando de un conflicto de dimensiones ultraterrenales, un conflicto que, si sigue así, podrá remover hasta los mismísimos cimientos de la sociedad tan estructurada que tenéis los humanos. Un conflicto entre dos razas que jamás estuvieron destinadas a entremezclarse.

– ¿Y qué lugar ocupo yo aquí?

Él abrió los ojos como platos, luego relajó su expresión, que volvió a ser imperturbable.

– ¿De qué hablas?

Me crucé de brazos. No iba a ceder, necesitaba saberlo.

– Está claro de que tú ocupas una posición importante en esta ecuación, y quiero saber qué tengo yo que ver en todo esto.

Él entrecerró los ojos, y frunció los labios.

– Ya te he dicho que siento cosas por ti, cosas que me podrían meter en problemas muy gordos. Ése es tu papel en todo esto.

Menée la cabeza.

– Ah, así que yo soy la tierna enamorada del chico malo. Y, si he entendido bien, el chico malo es importante, y sus enemigos quieren hacerle pagar acabando conmigo. ¿Es eso?

Él ladeó la cabeza, esbozando una sonrisa.

– Principalmente, sí.

Agité las manos, exasperada.

– Bien. Maravilloso. Perfecto. Y ahora, ¿se puede saber por qué coño me has metido en todo esto? Vale, recapitulemos. Victoria es una chica normal y corriente, una chica feliz. Pero entonces llega Ethan y comienza a seguirla a todas partes, y un día viene y le dice que está en el centro de una guerra, en el ojo de un huracán. Y todo por que a ti te ha dado la gana. ¿Te parece bien?

– Se te olvida añadir ciertas cosas, como, por ejemplo, que Ethan ama a Victoria. Que la seguiría hasta el mismo infierno si ella se lo pidiera.

Antes de que se me olvide, ¿he mencionado ya que tengo un carácter horrible? Confesiones como estas, declaraciones de amor en toda regla, a otras chicas las enternecen, pero si a me pilla en un mal momento, como ahora, puedo perfectamente arruinarlo todo.

– ¡Eres un egoísta de mierda, Ethan! Si me amas tanto como dices, ¿por qué no me matuviste apartada de todo esto? ¿Por qué tuviste que...?

Ethan me silenció, colocando un dedo sobre mis labios.

– Entiendo tu rabia, Victoria. Pero tienes que entenderme. No tenía elección. Hay cosas que no puedo explicarte ahora, como ésta, pero créeme si te digo que lo que siento por ti es auténtico u verdadero.

Alcé las cejas, escéptica.

– Desde el primer momento, te lo prometo.

Suspiré. No podía negar aquella fascinante atracción que sentía hacia Ethan se intensificaba más a cada segundo que pasaba, pero no podía hacer esto.

– Ya sabes que sí, que estaba hablando con mi padre. Ya que no parece que vayas a contarme lo que necesito saber, aquí se ha acabado nuestra conversación. Guárdate tu amor para quien lo quiera –dije, haciendo especial énfasis en la palabra, y sin poder evitar que el veneno impregnara mi voz.

Él cabeceó, agachando la mirada, pero pude ver que en ella brillaba la amargura. Una vocecilla me rogaba que no le hiciera daño, porque sabía que, en el fondo, las defensas que había ergido en torno a mi corazón se tambaleaban, inseguras, vacilantes, por ceder.

A la mierda, pensé. No podía sentir compasión por alguien como Ethan, por mucho que dijera que me amara. No podía enamorarme de mi asesino, por muy dulces que fueran sus palabras.

Mientras me alejaba de aquel callejón, me lo grabé a fuego en la mente.


Mi asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora