Capítulo 8

79 5 3
                                    


– ¿Papá?

Me cogió el teléfono a los pocos segundos, lo cual era una buena señal. Tenía el asqueroso presentimiento de que Ethan, u otra persona, trataría de hacerle daño, y tenía que salir de dudas. No me importaba de que, de vez en cuando, divisaba una figura oscura por el rabillo del ojo; sabía que Ethan me seguía en mi camino por las calles, y no me importó.

– ¡Victoria, cielo, que sorpresa! ¿Qué tal, cariño?

Sonreí. La voz de mi padre, aunque cansada y rota, seguía denotando el mismo entusiasmo de siempre.

– Muy bien, papá. ¿Y tú? ¿Algún descubrimiento nuevo?

Se quedó unos instantes en silencio, y comencé a sospechar que le había dado al botón de colgar sin querer, pero entonces lo oí de nuevo... y podría haber jurado que sonaba unas octavas más alto que de costumbre, como si se hubiera puesto nervioso.

– Qué va. Ya sabes que estas cosas llevan su tiempo, nena, y aunque me he tirado la última semana trabajando a tope, apenas avanzo.

Sonreí.

– ¿Y en qué estabas trabajando últimamente? Parece que han pasado siglos desde que estuve por última vez en casa.

Lo oí contener la respiración.

– Bueno... Es que no sé si...

Comenzaba a volverme paranoica. Si él quería asegurarme de que no estaba tramando algo que me incluyera, y, por extensión, a Ethan, tendría que ser un poco más convincente. Porque su tono y su dibitativa actitud lo único que conseguían era hacer que me comiera la cabeza más todavía.

– Entiendo –dije, demasiado rápido–. Cosas del oficio, ¿no? Competencia y todo eso.

– Sí –dijo, visiblemente aliviado por encontrar una excusa. Pero a mí no me engañaba–. Oye, cielo, ha sido genial hablar contigo, pero tu madre me está llamando. Creo que tu hermana ha vuelto a caerse por las escaleras.

Reprimí una carcajada. Ella siempre había sido muy patosa.

– Salúdalas de mi parte, ¿vale? Saluda a Olivia de mi parte, y a mamá. Las llamaré cuando pueda.

– Por supuesto, cariño.

Vacilé antes de decir lo que llevaba teniendo en mi mente desde hace un buen rato. Finalmente, hice acopio de valor y pregunté:

– Papá, ¿todo va bien? Sé sincero, por favor. Tengo un mal presentimiento.

Lo oí suspirar imperceptiblemente.

– Claro que sí, Victoria. Todo va estupentamente.

– Vale. Bueno, adiós, papá. Te quiero.

– Y yo a ti, mi vida.

Ya está. Era toda la confirmación que necesitaba: estaba claro que algo iba mal. Mi padre había puesto ese insoportable tono que utilizaba cuando mentía para protegerme, y, dado que no iba a conseguir sonsacarle nada a él, tenía otro objetivo.

Guardé el móvil en el bolso y caminé con rapidez hacia el extremo opuesto del parque en el que me encontraba. De vez en cuando, miraba a mi alrededor, para ver una sombra que me observaba desde algún árbol.

Sabía que me estaba siguiendo.

Era hora de provocar un encuentro con Ethan.


Mi asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora