Capítulo 12

60 3 2
                                    


– ¿Y si los gatos pudieran volar?

Estábamos tumbados sobre el suelo del salón, ambos hechos polvo tras una sesión intensa de estudio (por mi parte); pero a Ethan nunca le faltaba aliento para hacer preguntas raras.

Era uno de los muchas características que, con el tiempo, había ido averiguando: le encantaba hacer preguntas. No era uno de los típicos insoportables que querían saberlo todo; simplemente, sentía una ingenua curiosidad hacia todo tipo de nimiedades, y se planteaba todo, hasta las cosas más sencillas. Había aprendido poco a poco a sacarle punta a ese don, haciendo que él mismo respondiera a su pregunta, ya que a veces no estaba por la labor de embarcarme en una apasionante discusión sobre las motas de polvo.

– ¿Y esa pregunta?

Él se encogió de hombros, señalando el ventanal del salón, que tenía una amplia vista de la calle y los otros edificios.

– Acabo de ver al gato de la vecina saltar de su terraza a la de al lado, y ha estado a punto de estrellarse contra el suelo. Quizás, si los gatos tuvieran alas, sería mucho más sencillo para ellos, ¿no?

Bostecé. Estaba muerta.

– Los gatos tienen siete vidas para algo, supongo.

– Sí, pero piénsalo. No tendrían que estar dando saltos de un sitio a otro.

Me abracé a él, apoyando la cabeza en su pecho, atenta a la suave cadencia de su corazón.

– Bueno, ¿y qué me dices de si las estrellas fueran bombillas?

Suspiré.

– Pues algún día se fundirían y alguien tendría que subir a cambiarlas.

Él rió.

– Sí, pero explicaría por qué las estrellas se apagan, ¿no te parece?

Apenas me enteré del resto de sus explicaciones, puesto que me había quedado profundamente dormida sobre su regazo.


Mi asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora