IV

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Gaspar lo observó con miedo mientras desaparecía de la vista de todos de un segundo a otro, soltando un grito de dolor al caer por fin en lo que sería el suelo, lo que le quitó el aire por varios segundos.

El pecoso vio en cámara lenta como su hermano caía en una alcantarilla demasiado angosta, y no pudo evitar gritar con todas sus fuerzas.

—¡Gaspar! —Intentó volver sobre sus pies, pero chocó con Gler en el proceso, quien lo llevó a rastras diciéndole que ya era muy tarde para él, que debía seguir. Forcejeó sintiendo un nudo en su pecho, pero fue ignorado y llevado contra su voluntad.—¡No!, ¡no!, ¡no! —Sus gritos fueron acallados por disparos y hombres uniformados que salieron de la nada, comenzando a destruir todo a su paso.—¡Gaspar! —Ya nada pudo hacer cuando la cuadra fue dejada atrás.

Lágrimas se dispersaron por su rostro con furia, sintiendo como una bala se encarnaba en su brazo, logrando que su respiración desapareciera por lo que fueron eternos segundos.

El dolor lo hizo gritar con aún más fuerza.

Observó su alrededor con lágrimas en los ojos, notando así cientos de cuerpos inertes de los caníbales, y alguno que otro de los hombres con partes del cuerpo faltantes.

Su vista chocó en la chica rubia a su lado, y en su pierna gravemente herida. No pudo ignorar sus manos cubiertas de sangre, que enfundaban un arma que parecía nunca dejar de disparar y derribar todo aquel que se pusiera en su camino.

Gaspar comenzó a parpadear mirando todo a su alrededor de forma borrosa, sintiendo sus oídos pitar fuertemente, aislándolo de cualquier otro sonido.

Lo único que escuchaba era el latir de su corazón desbocado, y su respiración dificultosa que parecía querer ceder en cualquier momento.

Pestañeó una ultima vez, deseando que al despertar, todo fuera una horrible pesadilla.

(***)

Gaspar sintió como todo el aire se iba de su cuerpo al aterrizar sobre una dura superficie.

Varios ruidos salieron de sus labios en forma de queja mientras intentaba levantarse.

El ruido de las armas y pisadas había disminuido notablemente, dando así un respiro a sus doloridos tímpanos.

Subió su vista cuando por fin logro estar de pie, entrecerrando los ojos en el proceso, sintiendo sus oídos palpitar con temperatura.

—Maldición...—murmuró al notar que el hoyo por el cual había caído estaba tapado, como si nada hubiera pasado.

Volteó lentamente en busca de una salida, y notó así la tenue luz amarillenta de una lampara alargada, de bastante antigüedad, en el techo del mismo. También el putrefacto olor del agua a su costado que le obligo a tapar su nariz, y los largos camino hacía sus lados.

—El de la derecha es por donde vine... —murmuró comenzando a caminar hacía el lado izquierdo, buscando algo que pudiera ser una amenaza.

Intentó no hacer demasiado ruido con sus pisadas, cabía la posibilidad de que hubiera alguien allí, y eso no le beneficiaría.

No era común que un caníbal bajara a las alcantarillas, —ya que ellos, a la mínima de sentirse encerrados, solían comenzar a devorar a sus propios compañeros. Nadie sabía por qué exactamente, pero lo hacían.— pero sí que las usaran de trampas para alimentar a aquél que había sucumbido en la locura, y había sido desterrado por romper una de sus reglas.

Un escalofrío recorrió la espalda de Gaspar al pensar qué podría pasar si no se apresuraba.

No sintió la presencia que siempre lo seguía, y eso le alertó.

Y entonces se dio cuenta de algo; estaba solo.

Intentó tranquilizar su respiración, pero le fue imposible.

—No... No ahora. —Su voz salió quejosa, casi imperceptible.

Se detuvo al sentir como sus pulmones le fallaban, y llevó una mano a su pecho por inercia mientras se apoyaba en la pared más cercana.

Imágenes de su hermano, asesinado de las peores formas posibles, pasaron por su mente y eso hizo que un sollozo saliera de sus labios sin darse cuenta.

No supo cuanto tiempo estuvo allí, en esa posición, buscando el aire que le faltaba, pero su mente calculaba algunos pocos minutos.

Que equivocado estaba.

La furia de saber que estaba siendo débil, que estaba poniendo en peligro, no sólo su vida, sino también la de su hermano, lo hizo levantarse a duras penas.

Dio un paso aún luchando por respirar, y la imagen de su hermano sonriendo le impulsó a dar el siguiente, y el siguiente, y el siguiente.

No supo cuando había comenzado a correr, ni tampoco cuando las pisadas detrás de si habían comenzado, pero no tenía intensión de pensarlo mucho.

Miró su reflejo en el agua marrón, y pudo notar a una anciana corriendo a por su caza, lo que le obligó a correr, exigiéndole a su cuerpo más de lo que debía.

No quiso volver a mirar hacía atrás, generalmente el rostro de seres como ella era demasiado terroríficos.

La mujer no era la excepción; dientes puntiagudos, ojos enrojecidos, uñas largas, al igual que el cabello y moretones en todo su cuerpo. No tenían cejas, y una sonrisa de labios agrietados decoraba su rostro.

Quiso sacar la imagen de su mente, por lo que empezó a pensar en cómo lograría escapar de allí.

Paso bajo otra alcantarilla sin darse cuenta, y pegó un salto al instante al escuchar un estruendoso ruido a sus espaldas.

Volteó y disminuyó su velocidad al ver un cuerpo caer de cuclillas a pocos metros de su persona.

Cabello negro atado, uniforme del mismo color, arma de fuego en mano y cuerpo pequeño.

—Una chica... —dijo él entre dientes recuperando el aliento, apoyándose con sus manos en sus rodillas.

La anciana comenzó a correr hacía ellos soltando risillas y un que otro "¡mira que botín!", "al fin comida", "primero el chico, se ve mejor alimentado" que le puso los pelos de punta a Gaspar.

Ella se paró al instante y le dio un disparo en la frente sin siquiera pensarlo.

Se escuchó un ruido sordo al caer inerte el cuerpo de la misma, que no tuvo tiempo siquiera de dar otro paso.

Sangre salpicó el suelo en gran cantidad, y a los pocos segundos una catarata de la misma salió se su frente.

Él simplemente la observó pararse, voltear hacía donde se encontraba y alzar su fina ceja.

Sus ojos azules como la noche lo observaron de arriba abajo con neutralidad mientras quitaba el rastro de sangre de su mejilla.

—Oh, que bueno encontrar a alguien vivo... —Su voz sonó aliviada, y una sonrisa se asomó por su rostro, marcando así sus hoyuelos, pero no hubo cambio en su mirada.

Se dirigió hacía él y paso por su lado, haciéndole una señal de que le siguiera.

Gaspar no supo en ese instante qué lo obligó a seguir a la pelinegra, pero lo hizo cual perro sigue a su amo, sin siquiera emitir queja alguna.

Fecha de publicación: 17/05/18.

¿Qué opinan de la historia c:?

sin editar.

La encrucijada y traicionera lid marginal - 1931Donde viven las historias. Descúbrelo ahora