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Personas vestidas de blanco, con guantes y mascarillas rodeaban a un chico inconsciente en un cuarto no muy extenso del mismo color.

Objetos como lo que serían pinzas, cuters, vendas y aguja e hilo se encontraban sobre la mesa.

 Junto a la misma, una vía intravenosa que transmitía un suero por la muñeca izquierda a quien yacía en la camilla.

—No entiendo cómo logró sobrevivir... —murmuró uno observando la venda en su brazo.

Todos parecían concentrados en el angelical rostro del joven frente a ellos, tanto que habían olvidado que ya no podían estar ahí, y que eso les traería problemas.

—Un segundo más y... —La mujer guardó silencio repentinamente al sentir la penetrante mirada del ser frente a ella.

—Lo importante es que lo hizo. —La autoridad en su voz hizo temblar a más de uno, y sonreír secretamente a otro.—Vámonos, él debe descansar. —Se quedo parada junto al chico esperando a que, uno a uno, abandonaran la sala.

Un hombre de gran altura quedó a su lado, y colocó su mano en su cintura dulcemente, logrando que ella se estremeciera.

—Te espero afuera. —Dejó un beso en su mejilla, y se retiró al igual que sus compañeros.

Su cabellera rubia se movía desordenada, sus ojos negros la observaban dulces, su andar era elegante, cargado de una sensualidad hipnotizante.

Pestañeo varias veces observando como su esposo se retiraba del cuarto. 

Lo único que pudo hacer fue mirar fijamente al chico junto a ella, y peinar su ruloso cabello con suavidad mientras se perdía en sus pensamientos.

(***)

Gaspar se estaba divirtiendo por primera vez en años, ¡y con una mujer! Cosa que pensó jamás pasaría.

Los intentos vanos de ella por sacar conversación le daban gracia; y no es que fuera patética, ni mucho menos estuviera riendo como colegiala, todo lo contrario, pero no podía evitar sonreír ante sus duras y sarcástica palabras.

En un principio quería que se callara, estaba preocupado por su hermano y ella le irritaba; pero luego comenzó a distraerse, y eso le sirvió para que el nudo en su garganta se disminuyera aunque sea un poco.

Y eso era mucho.

Seguía sin confiar en ella, ni mucho menos dejó de estar alerta en todo momento, pero al menos le servía para no cometer una locura que podría costar su vida.

—¿No vas a hablar? —Su voz sonaba igual de fría que las primeras quince veces que lo preguntó, y eso le gustaba.

—No. —Su voz sonó fuerte y clara, tanto que ella volteó cortamente para verlo con cara de: "¿me estás tomando el pelo?" que le provocó una sonrisa aún más grande.

Sus hoyuelos se marcaban y eso le hacía aún más atractivo, pero ella siquiera había comentado sobre ello, ni mucho menos, lo que le calmaba de sobremanera.

No era muy fanático del genero femenino. 

—¿Por qué entraste aquí? —preguntó repentinamente él con seriedad, cambiando el ambiente tranquilo a uno más tenso.

Ella frunció el ceño, pero no se volteó ni dejo de caminar.

—Vi que varias personas caían por las alcantarillas como conejos en sus madrigueras. —Giraron hacía la izquierda, donde aparecieron cientos de túneles y escaleras que llevaban a la superficie. Se detuvieron a analizar su siguiente paso. Gaspar estudiaba cada uno de sus movimientos y decisiones; no sabía quién era, ni a dónde lo llevaba, y eso le preocupaba.—Me di cuenta de que es una especie de mecanismo que se abre y cierra manualmente, por lo que alguien debe de manejarla a su antojo. —Observó todo a su alrededor, pero nunca a él.—Estuve parándome sobre y levantando alcantarillas por horas, pero no parecía surtir efecto. Luego te vi caer, y supe que era mi oportunidad. —Lo miró a los ojos por unos segundos, y luego detrás de él.—Esa es. —Caminó a su lado y miro fijamente lo que allí había.

Gaspar simplemente torció el gesto y intentó descifrarla.

—¿Cómo te llamas? —formuló la pregunta que debió haber hecho primero según muchos, pero que para él, era la menos necesaria.

Ella sonrió a la escotilla, y luego a él.

Se preguntó a si misma cómo funcionaría la mente del hombre frente a ella para cambiar de tema de un momento a otro, de tal forma que intentaba sacar información y, sin embargo, él no la daba.

—Galsey. —extendió su mano hacía Gaspar, quien la ignoró deliberadamente y caminó hacía la escalera ignorando su presencia.

—Nos trajiste a las afueras de la ciudad. —La dureza en su voz sólo logro que ella rodara los ojos, volviendo a preguntarse lo mismo que hace unos segundos.—Espero que allí sea donde se instalaron los inútiles de la ADR. —Gaspar prestó suma atención a cómo era el exterior con su audición, y se cercioro de que allí no hubiera ni un alma antes de bajar junto a Galsey.

Ella alzó sus cejas mientras sonreía con cinismo.

—Esta inútil salvo tu trasero de ser devorado. —Gaspar rió bajo y se aparto.

Se observaron fijamente; él con diversión, y ella con curiosidad.

—Persona con el arma, suba usted. —Gasley infló sus mofletes y subió con rapidez las escaleras negras sin decir nada, con la palma de su mano empujó con todas sus fuerzas la tapa, mandándola a volar, debelando así la débil luz del día.

Cuando su cuerpo por fin desapareció de la vista del chico, éste se apresuro a subir, harto del putrefacto olor que allí había.

Nuevamente el rostro del pecoso apareció en su mente.

Por primera vez en su vida, luego de todo lo que había pasado cuando intentaron alejar a su hermano de su persona, o mantenerlos separados, no sentía que el mundo se caía, o que su persona dejaba de funcionar. Temía darse cuenta que la vida sin su hermano no era tan mala, y quería tenerlo con él otra vez antes de que ese pensamiento destruyera todos esos años que habían mantenido de hermandad.

Salió por fin, dejándose llenar por la casi nula calidez del llamado sol, deseando que todo volviera a unos días atrás, donde nada de ello le preocupada, donde estaba con su hermano, donde era feliz.

Fecha de publicación: 17/05/18.

Otro capítulo recién salido del horno :D.

sin editar.

La encrucijada y traicionera lid marginal - 1931Donde viven las historias. Descúbrelo ahora