Obsidiana es la segunda parte de "La Melodía de Aura", es necesario leer primero Preludio.
La Melodía de Aura es una historia llena de música, literatura, emociones a flor de piel y amores que jamás podrás olvidar. Si te interesa, debes empezar...
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—¡Tranquilízate!
—¡¿Cómo puedes pedirme eso?! —Arrojo el encendedor a sus pies—. ¿Por qué te quedaste ahí...? ¡¿Eres voyerista o qué?!
Camino en círculos frente a él como si así encontrara una escapatoria para la vergüenza y el enojo que siento... ¡¿Por qué se quedó ahí?! ¡Debió marcharse de inmediato!
—¡Yo estaba ahí antes que ustedes! —Se levanta y su expresión amenazadora me hace detenerme en seco—. ¡¿Qué querías que dijera?! ¡Disculpen, sus gemidos no me dejan escuchar el mar!
—¡¿Nuestros qué?!
Empujo su cuerpo con todas mis fuerzas, sé que se deja caer en la cama porque quiere y no porque lo derribara... ¿Cómo ha podido decirme eso? Por un momento no reconozco a este chico, no sé quién es...
—No debí decir eso, disculpa...
No puede mirarme a la cara, yo tampoco puedo. Observar nuestros zapatos parece mejor opción que enfrentar la vergüenza.
—No, no debiste —espeto—. Y tampoco quedarte ahí...
Busco iluminación divina en el techo, no sé qué hacer... Dimas y yo también tenemos parte de culpa, no era un sitio privado. Mi cabeza trabaja a marchas forzadas desbloqueando esos recuerdos que siempre intento olvidar, regresando sobre mis pasos, percibiendo la arena y el salitre sobre mi piel... Las imágenes están ahí, nítidas, el olor de Dimas, el sabor de sus besos y la ternura de sus palabras, ese recuerdo está grabado con fuego. Sin embargo, lo que sucedió después es muy borroso, pues estaba asustada por Sofía... No sé con exactitud cuando volví a ver a Eric, creo que estaba afuera de la casa mientras hablaba con So en el auto, no lo sé...
—¿Viste todo?
—Sí...
Me siento a su lado y cubro mi rostro mucho más avergonzada de lo que he estado en toda mi vida. Yo sé que es normal que estas cosas a veces sucedan, pero no a mí. Soy muy reservada con mi vida íntima y no puedo terminar de aceptar que Eric viera eso, no puedo. Es vergonzoso, estúpido y triste, escuchó las palabras de amor que dijera a alguien que me dejó a la mañana siguiente.
—¿Por qué? —musito—. Sólo tenías que irte...
Eric recoge el encendedor y relame sus labios, parece planear una larga respuesta.
—Lo sé, pero no pude moverme... —Levanta la vista hacia un punto en medio de la nada—. No quería verlo, pero... Acabábamos de cantar como si Dimas jamás hubiera regresado y una parte de mí creyó que...
Calla con la amargura de ese recuerdo en el aire. Estaba un poco borracha y pensaba en la felicidad que compartí con Eric cuando Dimas no había vuelto, esas emociones revivieron aquella noche.