Capítulo ocho: tres.

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— Tarado. Te hemos estado buscando, Urameshi. —le reclamó Kuwabara ofendido de tanto buscarle.

— Es verdad, Yūsuke. —dijo Botan cansada.

Esas fue sus palabras exactas, cuarenta y cinco minutos después, cuando se encontraron en la plaza y una vez dispuestos a irse, se toparon con Yūsuke en un columpio. Casi de milagro.

— ¡¿Y se puede saber qué hacen a las tres de la mañana buscándome, trío de locos?!

— Para empezar, aún no son las tres. —corrigió Kuwabara.

— ¡Y no nos grites! —le gritó Botan.

— Nos nesecitan Yūsuke. —agregó Kurama.

— ¿Quién? No me digas que es un trabajo para el príncipe Koenma.

— Exactamente, para él. —respondió Kurama.

— ¡Bah! —protesto Yūsuke tal como Botan temía— Me voy a dormir.

— ¿Deberás lo harás? Creí que tú gustabas de las peleas. ¡¿Vas a decir qué no extrañas cuando luchabamos juntos?! —exclamó Kuwabara.

— Sí quiero pelear consigo un oponente con gran facilidad. —dijo indiferente— Por otro lado, no me interesa el trabajo de “detective del mundo espiritual”. —agregó al comenzar a retirarse— Además, —se volteó a velos— Botan, tú sabes que soy libre.

— Si, es verdad. Lo siento Yūsuke pero...

No seas tonta, Botan. No te disculpes con él y mejor vámonos. —interrumpió Kuwabara— Urameshi no es más que un cobarde y un flojo. Tiene miedo de volver a los viejos tiempos y aún teniendo tiempo libre, no le interesa. Es un idiota.

— Ven Botan. —agregó Kurama con una mano en su hombro, captando el mensaje de Kuwabara.

Y con pena, ella también le dió la espalda y comenzaron a caminar.

— Esperen. —escucharon luego de unos cuantos pasos— No es que acepte, pero tengo curiosidad por saber de qué se trata y que hay en juego.

Y sin voltear, los tres se miraron cómplices entre sí y sonrieron sabiendo que las palabras de Kuwabara habían resultado como él quería, golpeándolo en el orgullo.

Una misión más. [Primera parte] -Yu Yu Hakusho-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora