Capítulo dieciocho: calmados.

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Sin previo aviso se lanzó a los brazos de Kurama, quién le dió sus condolencias al abrazarla.

— La maestra Genkai siempre despierta al amanecer y esta vez no lo hizo. —explicó Yukina sin dejar de sollozar— Eso me pareció extraño, así que, vine a ver como estaba...

— Entiendo... —respondió con ese tono de voz tan calmo, tan hermoso— pero tata de calmarte o congelarlas el templo, házlo por Kuwabara, él no podrá soportar tan bajas temperaturas.

— Tienes razón. —dijo al tomar distancia de él— De seguro llené el lugar con perlas. —agregó con una sonrisa triste mientras se secaba.

— No te preocupes, podemos ir a arrojarlas al mar.

Pocos minutos después se oyó la voz de Yūsuke quejándose del inmenso frío que hacía en el lugar y, sin más opciones, Kurama se encaminó a darle la trágica noticia a todo aquél que ya estubiera despierto, en este caso, Seiryum y Yūsuke, quiénes rompieron en llanto haciendo que la joven hada de las nieves se les uniera. A los minutos los dos restantes despertaron y al oír todo, corrieron a la habitación con la vista nublada para tratar de contener a su pequeña amiga.

— ¿Por qué Yukina está llorando? —preguntó Hiei al aparecer.

— Es por Genkai. —respondió Kurama mientras Hiei iba tras de Yukina.

— Yukina. —dijo Hiei al verla, de pie en la habitación.

— Hiei. —dijo al verlo y con los ojos desbordados en llanto se acercó.

— Lo lamento mucho, yYuk... —pero no pudo terminar de hablar, ya que, su hermana lo abrazo de pronto.

Algo le decía a Yukina que no soltara a Hiei, y algo en él le decía “abrazarla más fuerte tú”.

Un largo rato después, el abrazo finalizó.

— Iré a hablar con Yūsuke y Kurama. —le dijo a Yukina.

Y eso hizo.

Al regresar observo como Kuwabara acariciaba el cabello de Yukina diciendo “hermosa, Yukina... ya no llores. Pero si aún quieres hacerlo, yo te abrazaré.” y quizás, para quien vé como “hermano celoso”, el reaccionar de Hiei no estaba del todo mal.

— ¡No te aproveches de la situación, Kuwabara! —dijo evitando un “peligro”, un mayor acercamiento— Que atrevido eres. —expulso las palabras con repugnancia sin despegar el contacto visual.

— Cállate, enano. —se limitó Kuwabara con aires de superioridad y la nariz en alto— No quieras empezar algo que no podrás terminar.

— ¡Ya basta! Este no es el momento. —gritó Yūsuke al llegar, evitando que siguieran midiendo hasta donde podrían llegar antes de usar los puños.

Una misión más. [Primera parte] -Yu Yu Hakusho-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora