Capítulo diecisiete: "esta nevando".

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Para la hora del almuerzo, todos ya habían llegado al templo y rápidamente, comenzaron a debatir quien cocinaría.

— Vé tú, Keiko. —dijo Yūsuke.

— ¿Yo?

— Si. —respondió Yūsuke—Me gusta tu comida.

— Tú también cocinas bien, Seiryum. —agregó Kuwabara.

— ¿Y tú, Kurama? Eres bueno con las plantas. —dijo Yūsuke.

— ¿Yo? —preguntó Kurama sorprendido mientras se señalaba al rostro con el dedo índice.

— Si... después de todo tú te manejas muy bien con la naturaleza y las papas y las cebollas son cosa de la naturaleza.

— Tu argumento es muy rebuscado, pero es obvio que quieres evitar cocinar. —dijo Keiko.

— Pero aunque no tiene que ver... si sé cocinar. —dijo Kurama con modestia.

— ¡¿Deberás, Kurama?! —preguntó Keiko asombrada y él asintió— En ese caso, enséñame algunos trucos, por favor. —agregó un segundo antes de jalarlo del brazo hasta la cocina.

— Eres increíble, Kurama. Sabes muchas cosas. —le halagó Yukina.

—Deberías enseñarle a Kazuma, el muy torpe no puede hacer un huevo frito. —le susurró Seiryum.

— ¡Te oí! —gritó Kuwabara.

— ¿Y tú, Botan? —preguntó Yūsuke.

— Yo... pues, yo no tengo idea de como cocinar.

Unos cuarenta minutos después, Keiko y Seiryum liberaron a Kurama y tras de él, salieron ellas con la comida lista.

En silencio todos se sentaron a la mesa y agradecieron a la maestra Genkai por invitarlos a su casa.

Tras el primer bocado, Kuwabara enloqueció (y ni hablar de Yūsuke).

— Parece que fue todo un exito. —dijo Keiko.

— Feliciten a Kurama, esto es gracias a él. —agregó Seiryum.

— Eres muy bueno para la cocina, Kurama. —halagó Kuwabara.

— Gracias pero Seiryum y Keiko también cocinaron.

— Solo seguimos tus instrucciones. —dijo Seiryum.

Tras el gran almuerzo, y luego de ordenar todo y reposar, los jóvenes quisieron salir un rato más.

— ¿Le gustaría venir, maestra? —preguntó Yukina.

Y para sorpresa de todos, ella aceptó. Con calma y buenas vibras dejaron la casa y cruzaron por donde los árboles hasta llegar a la playa para ir a ver el mar dónde la tarde transcurrió entre risas y bromas, incluso la maestra se unía de vez en cuando para jugarle una broma a Yūsuke y llamarle la atención a Kuwabara (quién le rogaba a Kurama que “le hiciera aparecer” una rosa para Yukina).
Para cuándo el sol comenzó a ocultarse, lentamente todos comenzaron a regresar al templo. Había sido un buen día para todos y algunos estaban tan cansados que si quiera cenaron, otros se durmieron un segundo después de cenar y los restantes, contemplaron las estrellas desde el jardín.

Al día siguiente, el primero en despertar fue Kurama quién quiso salir a contemplar la mañana y su silencio. Entre los árboles del bosque se sentó y dejo que los cálidos rayos de sol que se colaban por allí, lleguen a él. Así estuvo un buen tiempo, hasta que comenzó a sentir un viento frío rondar y al notar que la presencia de Yukina sobresalía por momentos regreso a la casa.

— Esta nevando... —dijo al ver algunos copos de nieve en el piso ante él.

En silencio para no interrumpir el sueño de nadie, abrió la puerta al llegar y caminó guiado por esa resaltante aura. Y sin estar muy seguro de lo que hacía, deslizó la puerta saber que sucedía. Allí, la pudo ver de espaldas.

— ¿Yukina? —preguntó y al acercarse, sintió pisar cosas pequeñas; perlas. Estaba llorando.

Una misión más. [Primera parte] -Yu Yu Hakusho-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora