Narra Abril
El apartamento que había elegido Matheew no era nada menos que un ático hermoso.
Nada más abrir la puerta principal, estaba el salón con el comedor incorporado.
Una barra morada separaba la cocina del salón.Habían tres habitaciones y dos cuartos de baño. Habíamos elegido una de ellas para que Matheew montará su gimnasio personal.
Y la otras dos... Bueno, una para los dos y otra para que cada vez que viniera Kian se quedara.Se había enojado. Muchísimo.
Estuvo durante una noche entera aplastando a Matheew para que este no pudiera hacer sus maletas.
Pero al final lo aceptó, y nos afirmó que estaría más en esta casa que en la mansión.
Alexandro no se lo había tomado tan bien. Le costó un poco tragarlo. Nos pidió que tuviéramos muchísimo cuidado, y que pudiéramos cámaras en todos sitios.
Preocupación de padres..
Dan en cambio, saltó de la alegría. Hasta hizo una maleta para que la guardasemos en el apartamento por si Angie lo volvía a echar de la habitación.
Como en todo este tiempo no había pasado nada, Matheew decidió ponerse a trabajar con su padre. Mientras que yo, terminaba mi carrera a distancia.
Era bastante difícil estudiar a través de un ordenador. Bufé enojada cuando el WiFi decidió que no era el momento de funcionar.
Me levante de la silla con la intención de hacer algo hasta que el maldito WiFi volviera.
Me encontraba sola en la casa.
La soledad no me gustaba para nada, pero el tuve que acostumbrar cuando día y noche mis padres no estaban para arroparme o simplemente para hacerme la cena.
Entré en la habitación que compartía con mi novio y abrí el armario. Me había duchado y llevaba un albornoz sujeto a mi cintura.
Abrí la parte donde Matheew guardaba sus camisetas. Todas muy ordenadas y muy bien puestas. Su olor me inundó por completo haciendo que lo extrañara casi al instante. Decidí coger una blanca con unas letras azules.Después de ponerme un sujetador, me puse la camiseta que me llegaba hasta los muslos.
Por último, cogí unos leggings negros y me los puse.
Aún no había estrenado el gimnasio, así que decidí que era el momento ideal.
Matheew se levantaba todos los días a las seis de la mañana para hacer unas flexiones y unas abdominadas antes de irse a trabajar con el padre.
Yo era tan vaga que ni si quiera me levantaba para despedirme de él.
Encendí un reproductor de música y una canción de las que escuchaba mi novio comenzó a resonar por todo el gimnasio.
«Mami, como quisiera detener el tiempo.. Que nadie moleste apague el celular, dice que yo la pongo mal, no lo puede evitar en mi cama te quiero probar»
Sonreí al imaginarme a Matheew bailando este tipo de canción.
Elevé mis manos y pegué un salto enganchándome en la barra. No podía con mi propio peso, pero lo iba a intentar.
Después de varios intentos, me di por vencida. No servía para el deporte. En todas las historias la chica sale a correr... O algo así.
¿Por qué Abril Russet no?
Porque eres una vaga de mierda y prefieres inflarte a bollos.
Totalmente cierto.
Me encogí de hombros y me acerqué al aparato reproductor para poder apagar la canción.
«Copa de vino, en el cuarto solos ella y yo»
Me di cuenta de que el timbre de la puerta principal estaba sonando. Era raro porque no teníamos vecinos y Matheew tenía sus propias llaves.
Pero podía ser Dan o Kian. No me extrañaría que la hubieran liado para que Angie los echara de la mansión.
Con una sonrisa y algo sudorosa, caminé hasta la puerta principal dando saltos de felicidad.
Al abrir la puerta, me quede en shock.
Un hombre que no había visto en mi vida, me estaba apuntando con un arma sin habérselo pensado mucho. Me empujó, cerrando la puerta tras él.
—¿Qué tal estás, querida Abril? –Preguntó con sarcasmo el hombre, empujándome al sofá.– Hacía tiempo que quería venir a visitarte, pero siempre estabas escondida en los brazos de los Kranevitter. –Se sentó en el sillón color crema que estaba justo enfrente de mi, alzando el arma.– ¿No te sientes sola en este ático tan grande? ¡No se diga más, vendrás conmigo!
—¿Quién eres? –Exigí saber. Él me miró con una sonrisa y se encogió de hombros.–
—Soy el Coco que viene a matarte.
Me mordí la lengua para no contestarle. No era la primera vez que hablaba con este tipo de gente. Contestarle sería un error por mi parte, pero tenía que entretenerlo hasta que vinieran los hombres que estaban en el portal vigilando.
—¿Estas esperando a que vengan los inútiles que teníais de guardaespaldas? –Preguntó con sorna.– Están muertos.
Lo dijo con tanta frialdad que me impresionó. Puse mis manos en mis muslos buscando otra solución.
—¿Por qué estás aquí? –Volví a preguntar, insistiendo.– ¿Qué quieres? ¿Dinero? ¿Propiedades? ¿Acciones?
—Me llamo Michael McCartney. –Dijo muy firmemente.– Padre de Roxy McCartney.
Y lo entendí todo.
No se podía acercar a la mansión porque como dijo Matheew una vez, sería cavar su propia tumba.
Pero si se podía acercar aquí.
A por mi.
—¿Y eso que tiene que ver conmigo? –Pregunté haciendo tiempo, este se había dado cuenta pero no le importó. Se acomodó más en el sofá y me miró con una confusión falsa.
—¿No sabías que tu querido Matheew a dejado a mi pequeña por escoria como tú? –Preguntó con una tristeza fingida.– Una nena a la que los papás venden para poder emborracharse cada noche. Su método de pago más fiable. ¿No te cansas de dar pena? –Se levantó aún con la pistola alzada.– Deberías haber muerto en ese accidente, pero como perra que eres sobreviviste. Solo quieres la fortuna de los Kranevitter, sé sincera. –Se acercó a mí y puso la pistola en mi frente.– Tu no quieres a Matheew, solo quieres a alguien que te ayude a compartir el dolor que llevas en el pecho.
«Pero... ¿Sabes qué, pequeña perra? Tú tienes los días contados. Yo mismo me encargaré de ello...»
ESTÁS LEYENDO
I Thought It Was Cliché © [EDITANDO]
Teen Fiction[Me pareció que era un cliché] «Un golpe» Intentaba resistirme. «Dos golpes» Me mordía los labios para no gritar. «Tres golpes» Un pequeño gemido se escapaba de lo más profundo de mi. «Cuarto golpe» Las lágrimas empapaban mi cara llena de moretones...