Capítulo 5. *

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→ Tanto hombres y mujeres gato pueden ronronear fácilmente ante las caricias de su dueño y/o otra persona. Estén o no en su estado felino.

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Yurio no había podido dormir demasiado.

Después de otra ansiedad sexual por la madrugada, finalmente el rubio había podido descansar. Aún así, bien sabía que en cualquier momento el celo podía regresar, ya que éste no era regular -todavía-.

—Ah, ya despertaste —escuchó la voz de Otabek provenir del umbral de la puerta.

Dirigió su mirada hacia el lugar, sintiendo como su respiración se cortaba por unos microsegundos. Frente a él estaba Altin, con una bandeja entre manos, en ropa interior. Mordió su labio, mientras sus manos se movían de manera ansiosa.

—He preparado el desayuno, espero te guste —sonrió el pelinegro.

El rubio observó como el más alto colocaba la bandeja entre sus piernas, sin embargo, no fijaba su atención en nada más que no fuera Otabek.

Dios, no podía estar excitado con sólo eso.

Pero si lo estaba.

Así que por eso, se colocó frente al mayor, ignorando todo lo que decía el chico. Cuando él se dio cuenta que el menor estaba frente suyo, preguntó: —¿Qué haces?

No obtuvo respuesta alguna. Lo único que observó fue a Plisetsky deslizarse hasta quedar frente a su entrepierna. Rápidamente, comprendió lo que quería hacer.

Lo próximo que sintió fue las manos del rubio acariciar su hombría por encima de la tela, logrando que se despertase. El ruso sonrió al escuchar la respiración agitada del pelinegro.

Sus finas manos se encargaron de bajar el bóxer lentamente, mientras el kazajo alzaba las caderas, permitiéndole así retirar la prenda. Tomó el miembro de Otabek entre las palmas de su mano, bombeando de manera suave. Su dedo pulgar acarició el glande, haciendo círculos alrededor.

Las palmas de su mano subían y bajaban, acariciando el pene del pelinegro, sintiéndolo endurecerse aún más en su puño. Otabek cerró los ojos, disfrutando de la deliciosa sensación que creaban los movimientos del rubio. Éste último observó como el líquido pre-seminal chorreaba lentamente por la extensión del miembro.

De repente, se detuvo. Ante esto, Altin abrió los párpados, notando que su gatito no sabía que hacer con exactitud.

—¿No has hecho esto antes, verdad? —Su voz sonó divertida, provocando que Yurio frunciera el ceño—. Sólo no uses los dientes.

El Yuri ruso asintió, cohibido. Antes de meter el miembro su boca, alzó el rostro hacia el de su dueño, rozando sus labios, delicada, suave. Seguido de esto, se separó, volviendo a lo que estaba haciendo antes. Sacó su lengua, sintiéndola cosquillear, dándole a entender que se hacía áspera. Después, pasó su lengua por la punta del pene, seguido de la base, recorriendo todo el largo del tronco. Otabek gimió ronco, llevando su mano hacia la cabeza de Yurio. El rubio comprendió la indirecta.

Humedeció con rapidez sus labios, abriéndolos seguidamente, metiendo el miembro a su boca, procurando no utilizar su dentadura para no lastimar a Otabek. Lo llevó hasta el fondo de su garganta, sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas ante la acción anterior. La mente de Altin se nubló por el placer, percibiendo la calidez y estrechez de la cavidad bucal del gatito. Se sentía bien, tan jodidamente bien...

Retiró la hombría de sus labios, volviendo a masturbar, aumentando la velocidad de sus manos a cada momento, con más intensidad. Sus dedos jugaban con los testículos de su dueño, mirando como el líquido blanquecino salía sin cesar de la apertura del pene de Altin; comprendió que se correría en cualquier momento. Al darse cuenta de ello, regresó el miembro a su boca, jugando con éste dentro de su cavidad bucal. Su lengua tocaba la punta del glande, haciendo movimientos sensuales, enloqueciéndolo.

—J-Joder, apártate —jadeó el más alto, indicándole al otro que llegaría pronto al orgasmo.

Sin embargo, el ruso no obedeció. Siguió con los movimientos, sintiendo poco después como su boca se llenaba de aquel líquido cálido. Cuando el mayor dejó salir todo, se apartó, tragando sin problema, dejando un sabor extraño en su lengua.

Se colocó al lado del pelinegro, mostrándole una sonrisa jocosa. De los labios del ruso se escuchó un pequeño ronroneo, el cual encantó por completo al Kazajistán.

—Buenos días a ti también. —rió Otabek.

Kitten | Otabek x Yurio, Yuri On Ice.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora