Capítulo 5

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Cuando Yakkí terminó su historia, las piezas del rompecabezas empezaron a encajar, todo parecía tan real y a la vez tan fantástico que Albha no dudó en pensar que aquello podría haber sido un sueño, pero no lo era, esta era su realidad y debía afrontarla.

—¿Entonces soy esa niña?

—Tal parece ser.

—Pero ella era mi abuela, no mi madre ¿Por qué me mintió? —dijo la muchacha mientras sus ojos se cristalizaban.

—No lo sé Albha, no siempre podemos decir la verdad.

Albha no dijo nada durante unos minutos.

Yakkí se puso de pie y le tendió su mano a para ayudarle a levantarse.

—Debemos continuar, debo llevarte a un lugar seguro.

Albha asintió en silencio y tomó su mano. Una vez estaban ambos de pie, Yakkí se acercó al libro y lo tomó en las manos para luego dirigirse una vez más a Albha.

—Necesito un mechón de tu cabello.
—dijo sin tituveos.

—¿Es broma, no?

—No estoy bromeando, si quieres mantenerte a salvo es mejor que en este mismo instante me des el mechón de cabello. Ahora.

—Pero... no tengo con que cortarlo.

—Usa una roca.

Albha acarisió su melena, no quería contar de su cabello, pero finalmente tomó una roca, la más filosa que la poca luz le permitió encontrar. Tomó un mechón cerca de su oreja izquierda y lo cortó lo más rápido posible.

—El cabello crece. —Le dijo Yakkí como tratando de consolarla.

Tomó el mechón y lo utilizó como si fuese una liana para amarrar el libro, terminando el amarre con un moño sobre la portada.

—Yakkí —dijo Albha para llamar la atención de este —. ¿Y si no puedo? Es que ni siquiera sé como he llegado hasta aquí, no sé de las monedas, no sé que es LUMBERT. No creo que sea la Albha que esperaban.

—No eres la Albha que esperabamos, pero eres la única Albha que tenemos, cree en ti y todo saldrá bien.

—Soy un desastre.

—Entonces así encontrarás la solución, siendo un desastre. Ahora vamos, los Berts nos esperan.

Yakkí tomó a Albha de la mano y empezó a conducirla nuevamente por un sendero mientras las lucesillas hacían todo lo posible por alumbrar el camino a sus pasos.

—¿Tú eres el niño, no? —exclamó de pronto la muchacha mientras algunas ramitas rosaban su rostro y sus piernas debido a que caminaban de manera apresurada.

—Silencio, no es momento de hablar, recuerda que estamos en territorio peligroso.

Albha no volvió a insistir, pero algo le decía que el niño del relato era Yakkí.

Pasados unos 10 minutos después del insidente, Yakkí se detuvo en frente de un gran roble de tronco muy ancho, se acercó a él y lo tocó en distintos lugares de forma casi fugaz y justo detrás del árbol, una barrera de luz de arcoiris apareció.

—Es hermosa.

—Lo es, pero debemos entrar ya mismo.

—¿Entrar?

—Sí, ahora mira lo que haré y me imitas, ¿entiendes?

—De acuerdo.

Yakkí colocó un brazo al frente y lo introdujo en la barrera que a su vez tenía una testura de elasticidad y luego movió el brazo de arriba hacia abajo formando una abertura del tamaño de su cuerpo. Una vez cruzó, la abertura volvió a cerrarse.

Albha hizo como Yakkí le había dicho, introdujo el brazo derecho, lo movio hacia abajo y luego se dispuso a entrar, pero justo cuando ya casi estaba dentro por completo algo la agarró del tobillo.

—¡Yakkí! —gritó angustiada.

Rápidamente Yakkí tomó una roca de apariencia cristalina, abrió con su brazo la abertura un poco más y colocó la roca justo en frente del que parecía ser el rostro de aquel horrible monstruo, el cual una vez Yakkí hizo esto, empezó a gritar y rápidamente se perdió en medio de las tinieblas para luego Albha poder cruzar por completo la barrera.

—¿Qué demonios era eso? —dijo sin siquiera haberse levantado.

—¿Estás bien? Dejame ver tu tobillo.

—Estoy bien, sólo ¡auch! —sintió dolor al posar su mano sobre su tobillo.

Yakkí se acercó a ella y tomó su pierna para revisarle.

—Te ha quemado —dijo con voz muy preocupada.

—No es nada, sólo es una quemadura.

—No. Necesitas ayuda, sube.

—¿A dónde debo subir?

—A mi espalda, no puedes caminar así.

—Jamás, soy una dama y eso no es un acto para una dama —decía mientras trataba de ponerse en pie y se acomodaba la manta.

—Entonces espero que la dama sea capaz de caminar por si sola.

Albha intentó dar unos pasos ante Yakkí, quería demostrarle que podía hacerlo, pero su pie no respondió como esperaba y calló nuevamente al suelo.

El chico sacó a relucir su sonrisa la cual Albha pudo apreciar sin ningun problema ya que al parecer había pasado la noche de manera espontánea. Se acercó a ella y la tomó en brazos como si de un niño se tratare.

—Eres un creído.

—Me alagas.

Yakkí le entregó el libro a Albha y empezó a caminar, ahora el camino parecía ser despejado, todo era una gran llanura, sin árboles y a penas se podía ver un poco de pasto y a una distancia de unos 50 metros se podía visualizar un gran árbol que a pesar de la distancia parecía verse saludable y frondoso en medio de la escasa vegetación.

LUMBERT (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora