Mire mis manos, tenía unas agujas en mis muñecas que conectaban a un suero el cual goteaba en la bolsita.
Me levanté y mire la puerta. Estaba cerrada. Unas enfermeras estaban por venir, hablaban sobre cosas de moda.
Me volví a acostar y cerré los ojos. Escuché el sonido de la puerta abrirse y cerrarse.
—Si, esa camisa estaba ¡divina!—Dijo una de ellas.
—Oye, le cambiare el sedante, este ya está casi por acabarse. Pobre chica, tan joven.—
—Si, es una pena. Tan joven para estar en un hospital psiquiátrico. Según la tía, es esquizofrénica y las heridas se las hacia ella misma. Es una pena.—
—Que terrible, es que ¿Quien se haría tal cosa como quemarse los labios? Sólo alguien enfermo lo haría. Pobrecilla.—
Mientras me cambiaban las agujas pensé en lo que haría. Tenía que salir de aquí. Antes que nada, ¿Que rayos hago aquí? Esto es horrible. Ni que estuviera loca.
El cambio terminó y las enfermeras se fueron.
Abrí los ojos y cuidadosamente me quite las agujas. No tenía caminas de fuerza. Punto a mi favor.¿Ni siquiera tenían unos zapatos aquí? Que horror.
Camine descalza y busque una ventana. Mi visión y mi equilibrio eran pésimos, ya que el sedante aún me tenía embobada.
Me restregaba los ojos cada momento hasta que logré ver un poco.
El cuarto era grande. Estaba pintando del típico blanco que daba un ambiente incómodo. Una pequeña ventana cerca del escritorio un psiquiatra me dió una idea.
Quite las sábanas lo más rápido que pude y las anude a la cama. Bajo por la ventana y para mi mala suerte no era suficiente, la altura del edificio era mucho más grande.
Mire desesperada mi alrededor buscando algo más. Y fue cuando ví el estante. Lo abrí y habían más sábanas ahí dobladas. Saque varias hasta lograr una soga gigante para deslizarme por ella.
Tomé las agujas y les inyecte sedantes.
Nadie sabe cuando los usaré.
Me subí al escritorio y con cuidado intenté deslizarme. Y fue ahí cuando escuché como se abrió la puerta..
—¿Que estás haciendo, niña?— dijo una enfermera boquiabierta.
—¡Gracias por todo, Espero no tenerlas que ver nunca más!—
—¡Oh.. No! ¡Espera, no puedes... !—
Ignore su comentario arrogante y me deslice poco a poco hasta llegar a un campanario que estaba a solo unos cinco metros del suelo.
Me deslice por una de las columnas que lo sostenía.
Camine descalza, el sol estaba un poco caliente, calculaba una hora de doce medio día o una de la tarde.
Unos centinelas venian detrás mío. Entonces fue cuando empecé a correr. A correr como una verdadera loca.
Di gracias en ese momento por ser delgada, ya que los centinelas eran de aspecto obesos y se les era un poco difícil alcanzarme.
Llegué a lo que era como una regilla principal, en donde estaba una caseta de policías.. era más o menos un lugar de identificación para los visitantes.
No me importó, corrí y pase por debajo de la bara de seguridad.
Listo, calle, carros y ciudad. ¿Facil? No. Estos tipos vendrán en carros a perseguirme. Algo debo hacer.
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A Través de los charcos
FantasyA veces la imaginación suele ser más perversa de lo que creemos. La imaginación es un portal a lo maravilloso donde existe lo que más amas o lo que más aborrece, sólo que Sara no sabia eso, nunca imagino la parte mala de las cosas. Aunque imagines...