»doce

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Una vez, hablando, me comentaste que amabas los parques de diversiones, en especial las montañas rusas. Pero eso no quiere decir que a mi me gusten.

Es más, las odio.

Pero me subí a todas por ti.

Unas chicas pasaron por al lado nuestro y noté que mirabas al panda de peluche que llevaba una. Y puede sonar muy cliché, pero decidí que ganaría uno por ti.

—Ven —dije agarrando tu mano y acercándome al puesto más cercano. La idea era llenar el globo que había sobre la cabeza de los payasos echando agua en su boca con una especie de pistola. Con mi buena puntería y unos cálculos rápidos, lo logré enseguida.

— ¿Cuál quiere? —preguntó el chico del puesto señalando sobre su cabeza, donde estaban los peluches mas grandes. Señalé el del panda y el chico te lo entregó. Hice como si no hubiera visto cuando el chico te miró el trasero cuando volteaste.

Abrazaste el panda.

— ¡Gracias, Wes! No sabes como lo quería.

Te acercaste a mi y uniste nuestros labios. Fue tan breve que pensé que lo había imaginado. Aproveché que tu habías dado el primer paso y uní nuestros labios nuevamente.

Fue un beso suave, tierno. Nuestros alientos se mezclaron y sentía mi corazón revolotear en mi pecho.

Nos separamos y me miraste a los ojos. Había mirado muchos ojos en lo largo de toda mi vida, pero solo me perdí en los tuyos.

Dijiste algo como «Es tarde, debemos irnos» pero yo seguía embobado con el beso, así que dejé que me arrastraras Dios sabe donde.

De alguna forma llegamos a tu casa —tu habías manejado— y te despediste con otro beso en los labios.

¿Cómo te atreves a volver? | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora