02.- Dolorosa, dolorosa realidad

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Desperté por un gruñido de mi estómago, lo malo de estar vivo, es que siempre hay algo que se debe hacer, comer era un buen ejemplo de ello. La habitación donde me encontraba tenía ese aspecto impoluto que abundaba en los hospitales muggles, pero con la diferencia de que, en la mesa al lado de mi cama, la jarra de agua servía sola un poco de líquido en un vaso.

¡Por Merlín, Morgana, y todos los magos!, la sed que tenía, ¿Cuánto tiempo llevaba inconsciente? ya no me preguntaba si estaba vivo, Lily lo había dejado muy claro, YO IBA A VIVIR, me gustará o no. Así que solo recuerdo haber visto a Potter, es decir; a Harry sosteniendo mi mano. Lily, ¿Por qué no me pusiste una tarea más simple? Me costaba trabajo pensar en él como Harry, solo Harry y no el hijo de James Potter. Pero, aunque no le hubiera prometido a Lily que lo haría, sabía que debía hacerlo.

¿Por qué el chico aún me necesitaba? No lo sé, parecía casi un plan de Dumbledore, poca información para una tarea titánica. Bien, abandonemos por un momento estos pensamientos. Ya habrá tiempo para ponerse filosófico.

Me dedique a observar con detenimiento el resto de la habitación, había un ramo de lirios en la mesa de noche, eso debió ser obra de Potter, demonios, Harry. Hasta en mi cabeza cuesta decir su nombre. Alrededor de mi cama, más flores ¿Que no se les ocurre un mejor presente para un moribundo que una flor marchitándose?, Sin embargo; me siento un poco halagado.

Mas al fondo, cerca de la ventana, veo una mesa con un montón de regalos y tarjetas que gritan "Mejórese profe", o algo así. Un caldero lleno de chocolate que finge ser una poción de colores; ingenioso, muy ingenioso. Logro ponerme de pie con un extremo dolor en los músculos y logró llegar hasta la ventana.

—Este es todo mi reino, una cama, un par de mesas y un ventanal—.

¡Por todos los magos oscuros!, mi voz suena como un cuervo, maldita Nagini, supongo que tendré que esperar a que venga el sanador y me diga que esperar. A estas alturas, ya sabía al menos en qué lugar me encontraba. San Mungo.

Logré llegar a mi cama nuevamente y me senté a esperar al sanador, Que afortunadamente para mis adoloridos músculos, no tardó más que un par de minutos.

—Señor Snape, buenos días. No le quitaré mucho tiempo. Solo lo revisaré y en unos momentos vendrán a explicarle algunas cosas. Abra la boca, si, muy bien, todo se ve normal para que una serpiente le mordiera el cuello en repetidas ocasiones. Le haré también algunos hechizos para diagnóstico... uhmm, al parecer se está recuperando mejor de lo que esperábamos. Por el momento tome mucha agua, en unos minutos también debería llegar su comida y en la tarde vendremos a hacerle un poco de rehabilitación, ¿Sabe? para haber estado en coma más de un mes, está usted bastante mejor de lo que apostábamos. No Intente hablar, al menos no aún, tómese esta poción regeneradora, ayudará a que pueda moverse un poco más fácil. Eso es todo, hasta luego—.

Y todo ese discurso de tirón y sin respirar. Agradecí que al menos fuera concreto, no soporto las divagaciones. Tal como dijo el sanador, mi comida llego, solo vegetales y fruta. La bandeja tenía una nota, "Solo por unos días, pronto podrá comer más cosas". No esta tan mal.

Oí como una puerta se abría con lentitud

—¿Severus? —.

McGonagall, ¿Es que esa mujer nunca se cansaba de la tela escocesa? Su atuendo era una oda a las tierras altas. Falda, blusa, túnica, hasta el gorro, eran a cuadros. Aun con todo, si me alegré sinceramente de verla, y a la vez, temeroso. La última vez que vi a esa mujer, tenía una mirada que decía "Voldemort es un gatito comparado con mi furia".

Con mi varita escribí en el aire "pasa Minerva". Minerva llevaba en sus manos, como no, un ramo de flores, ¿Habría alguna oferta? Volví a escribir con la varita "¿Que sucede? ¿Ya no quieres matarme?" Conteste mientras miraba a Minerva sonriendo. Por Merlín, jamás había visto a McGonagall llorar, había visto horrores que acongojarían al más valiente Gryffindor, pero jamás algo tan devastador como ver a mi amiga llorar.

—Por favor Severus, no sé si estés siendo sarcástico o no. Y-Yo solo... yo... sniff, solo quiero, disculparme... jamás debí... no... yo debí... debí confiar en ti. Debí saber que tú no eras capaz de... Severus, perdóname—.

De acuerdo, ahora si he visto todo, McGonagall pidiéndome perdón. Podría haberme burlado, usarlo en su contra, hacerle sufrir solo una parte de lo que yo sufrí cuando vi en sus ojos ese odio asesino. Pero solo pude abrir mis brazos y dejar que llorara en mi hombro.

Definitivamente la realidad, la dolorosa realidad y nada más.

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