Sus manos se tensaban cada vez más.
Esto era incómodo para mí.
Lloré, en frente de él.
No aguantaba las ganas de hacerlo, que supiera que cuando no lo tenía cerca de mí, lloraba cada noche.
Pasaba las noches allí en vela, sólo acompañada de su figura en mi mente y la luz de las pequeñas velas.
Su mirada ha seguía fija en mí, no hablaba. Sólo entre abría su boca cada vez que podía.
Joder!
—¿Por qué no mandabas cartas o algo?— cuestiono
—No podía, sólo me amenazaron con matarte si hablaba o decía algo sobre la vida de mi familia.
—¿Por qué coño no me dices de una vez que es ese "secreto"?— hizo comillas con sus dedos
—Mi familia es narcotraficante— solté sin pelos en la lengua
Su rostro cambio totalmente, se veía odio.
—¿Tú también lo eres?— pregunto asustado
—No, juré nunca hacerlo.— callé— por ellos, por Juanpa, por Alexa, por ti Mario — chille — siempre estuviste y sigues estando en la estúpida memoria o mejor dicho cabeza que tengo— lloré.
Se acercó a mí, limpiando con sus pulgares las lágrimas que caían en mis calientes y rojizas mejillas.
Me hacía falta sus caricias.
Sus ojos eran oscuros.
—Quiero que sepas, que aunque no estuviste aquí durante ese tiempo..... Siempre estabas en mi puta cabeza, en mi mente... No podía sacarte de allí, por más mujeres que viera o tuviera siempre te veía reflejada en ellas— toco mi labio inferior— ¿qué hiciste conmigo?— chillo — ¿desde cuando hiciste que llorará por ti, que en las cantinas junto con el alcohol desahogara lo que tenía en mi corazón, ese dolor, al sentir que ya no estabas, al sentir ese odio de imaginarte con otro imbécil tocándote— apretó sus dientes— que ese imbécil no fuera yo, quién te besara, tocará, llenara de calor en noches frías—
Sin decir más, sus labios ya estaban en los míos.
Dios, era mi droga, sin la cual no podría vivir.
Nuestros ojos cerrados, besándonos al compás de nuestros movimientos... Sin duda alguna era lo mejor.
Sus manos tocando mi cintura, haciéndome perder la cordura; la poca cordura que quedaba en mí.
Sus manos, tocando mis muslos cada que quería.
Susurrando un par de barbaridades y cosas a mi oído.
Joder, era él.
Sí.
Era de él que ahora vivía.
Nos separamos lentamente, pegando nuestras frentes cálidamente.
—Por favor— beso mis labios— nunca te vuelvas a ir de esta manera— beso de nuevo.
—Lo prometo— sonreímos.
Esto sin duda alguna era lo mejor.
**
—Muchacha de mi ser— sonrió
Alexa.
—¿Qué clase tenemos?— pregunté cerrando mi casillero.
—Lastimosamente, física— río
—¡Vamos!— tome su brazo.
Ya íbamos llegando a el estadio en donde hacíamos gimnasia.
Ya estábamos dentro, hablábamos de lo que había cambiado y que no en la universidad.
—Literal, nada es igual—reímos
—Lo note— respondí dejando mi mochila en las gradas
Nos estábamos cambiando.
Ya teníamos el short, la esqueleto blanca y demás puesto para empezar a trabajar.
Salimos a recibir instrucciones del profesor.
—Buenos días estudiantes, les deseo un excelente día— sonrió mirando a su alrededor— hoy juraran un partido de fútbol junto a sus rivales, los cuales son el grupo de fútbol más importante y representativo del instituto— reprochó — ellos son los chicos que están dispuestos a todo— sonrió — que pasen los deportistas— ordenó para después hacer sonar su pito, haciendo que aquellos chicos salieran por la puerta principal de el estadio.
Uno por uno, saliendo reluciendo se por allí.
Hasta que me encontré de nuevo con su figura.
Tan sexy, tan varonil, su uniforme lo hacía ver más guapo de lo que era.
Sus ojos recorrieron cada parte de los cuerpos de las chicas desde la más "hermosa" hasta terminar conmigo.
Sonreí victoriosa, sabía que tenía que mostrar.
Tenía buenos atributos, y este era el momento para enseñarle que lo que veía era natural.
Sonrió, de la forma más sexy y pervertida del mundo.
—¡Vamos Mario!— grito la morena
La voltee a mirar, sólo una risa salió de mi parte para luego mirar a Alexa quién tenía concentrada su mirada en uno de los chicos del equipo de fútbol.
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Polos Opuestos ► Mario Bautista
RomanceNo tenían muchas cosas en común, sus edades eran distintas, su manera de caminar no coincidían y mucho menos la estatura. Nunca pensaban igual, tenían ideas muy diferentes. Él era dueño de sí mismo, ella una niña insegura. Sus manos parecían haber s...