"El hombre justo no es aquel hombre que no comete injusticia, sino es aquel que pudiendo ser injusto no quiere serlo."
Luciano al recibir la tarjeta de presentación de aquel señor, pudo notar que no era cualquier señor, sino, que pertenecía a la policía o al ejército y que por alguna razón lo habría seguido hasta el terminal y le hablaba de forma amigable para entrar en contacto con él, si tenia razón, Luciano pensaba, Maribel podría correr grave riesgo en el claustro donde pasaría el resto de su adolescencia.
Tomó su maletín y vio como el sujeto se iba del terminal, escuchó el último llamado al abordaje del bus que la señorita decía cada cinco minutos, llamó a su hermana menor gracias a su viejo celular que no era localizable por las empresas de telefonía, pues contaba con un código elaborado por un antiguo amigo de universidad, ella contestó amablemente, luego de unos segundos pasó a denunciarlo como mal hermano y abandonarla sin avisarle, a lo que Luciano le pudo explicar mientras subía al bus que era por su bien, y que regresaría lo más pronto a la ciudad, ella creyó en su promesa y se despidió con abrazos y besos profundos.
Miró el asiento que le tocaba y sentó al lado de la ventana derecha, observando a los pasajeros abordar el bus, las lunas oscuras no impedían observar bien lo que sucedía afuera, una señora con un bebé entre sus brazos se sentó a su lado, el bebé lloraba, a lo que Luciano le molestaba con una mueca de desagrado, pero, notó algo que le intrigaba, dos sujetos subieron usando gorros y con pequeñas mochilas y dos estuches de guitarra, que más bien parecía que guardaran otra cosa.
El bus arrancó con 40 pasajeros, en un solo piso y con un baño en el fondo, no era el mejor bus pero si considerado el más rápido, Luciano se volteó y observó la noche, vio como se alejaba de la ciudad que lo vio nacer, que le dio sus estudios y su primer amor, todo desaparecido en cuestión de segundos, cerró los ojos y se cubrió con la frazada que les dieron, sería un viaje largo hacia Lima.
El bus seguía su recorrido sin televisión ni bulla, el bebé de al lado se quedó dormido y los demás pasajeros soñaban, Luciano apenas si podía dormir, los dos sujetos que ingresaron con sus extraños cobertores de guitarra se pararon y fueron al baño, sospechaba de que se tratasen de delincuentes, pero, no pudo sospechar que sucedería después.
Las luces se encendieron, el bus se detuvo y una película comenzó a ser televisada en las pantallas, el conductor se levantó y sacó una escopeta apuntando al primero que se moviera de sus asientos, los pasajeros se preguntaban que hacían, pero, fueron silenciados por otros dos delincuentes escondidos entre los pasajeros, los mismos que actuaban de forma extraña, les gritaron que arrojaran todas sus pertenencias de valor al pasadizo, mientras uno de los delincuentes con arma en mano recogía todo en una bolsa negra, mientras Luciano seguía de espaldas tratando de dormir.
Cuando el delincuente que tomaba las pertenencias se acercó al asiento de la señora con el bebé, la señora afirmó no tener ninguna pertenencia de valor, que regresaba de velar a un familiar y solo llevo su dinero para los pasajes, el conductor lo apresuró y le exigió que le diera todo, el delincuente apuntó al bebé de la señora, todos gritaban exacerbados, lastimosamente, fueron silenciados con más disparos a las ventanas, asustando a la señora exclamando piedad por su pequeño hijo.
Al cargar al bebé entre sus brazos, el otro delincuente apuntó a Luciano por la cabeza, exigiendo dar todas sus pertenencias, pero, no les respondió, solo se escuchaban sus ronquidos, el criminal lo amenazó con insultos tratando de intimidarlo, pero, no resultaba, entonces le apuntó cerca de la cabeza y gritó que si en 3 segundos no le daba todo dispararía, Luciano habló.
- Pues, ¿Por qué esperar? – Luciano al decir esto, sacó su pistola camuflada entre sus cosas y le disparó directo a la cabeza, dejando caer al bebé entre los brazos de la madre
- ¡Mierda! ¡Dispárale! – dijo el conductor con la escopeta
Luciano disparó hacia la ventana de su lado, salió y disparó contra el otro delincuente que lo seguía detrás, se escondió debajo del bus esperando a su victima nueva de justicia, salió por la espalda del criminal y lo mató a quemarropa. Sin embargo, el conductor bajó del bus y disparó contra Luciano, dándole en parte de la camisa, raspando su brazo, este volteo y disparó contra su enemigo.
- Será mejor que te rindas huevón
- Si como no – respondió Luciano
- Solo suelta tu arma y no te mataré, me llevaré las cosas y listo hermano, todos felices
- Prefiero verte muerto y listo... hermano
Ambos comenzaron a dispararse, sin embargo, el secuestrador no sabia a donde disparar debido a la oscuridad de la noche, mientras Luciano, un experto en el uso de armas blancas en plena noche, era inevitable sentirse como en casa, disparó hacia su pierna izquierda, el secuestrador disparó hacia las llantas, desinflándolas en el instante, otra bala atravesó su pierna derecha, quedando arrodillado, Luciano se acercó para asestar el golpe final, aunque, el secuestrador tenía un as bajo la manga.
Se quitó el suéter que llevaba y dejó ver en su interior un chaleco rodeado de dinamitas, avisó que si se acercaba hacia él jalaría del gatillo y accionaría los detonantes, posiblemente acabando con una masacre en la carretera, Luciano se detuvo, pensó por unos segundos que podría hacer, no deseaba morir sin acabar con su cometido, pero, el secuestrador se interponía en su camino.
Observó por todos los ángulos posible un solo disparo, un solo disparo bastaría para acabar con la batalla, no obstante, le imposibilitada la idea de que, si fallara, acabarían muertos y su sed de justicia acabaría abruptamente, optó por una decisión que arriesgaría todo, todo se jugaría en un solo tiro, pensó al ver su única forma de salir libre del combate.
Saltó a la altura de la ventana y se sujetó fuertemente, a la vez, alzó el brazo que sostenía y disparó contra la ventana, gritó "Agáchense", disparó y la bala reventó la luna, atravesando la otra luna pero sin romperla, fue donde ingresó con fuerza, todos los pasajeros escondidos entre los asientos vieron como entró con prisa y rompió la otra ventana, al saltar por la ventana lateral, pudo ver a su oponente que intentaba cubrirse de los vidrios rotos, y fue donde una bala penetró su cabeza de forma suave y precisa, el jefe de los malhechores cayó en el suelo, muerto y rodeado de sangre, y gasolina.
Luciano se limpió la ropa de los restos de vidrios y pequeños cortes que tenía en sus brazos, les dijo a los pasajeros que ya estaba todo resuelto, y debían decidir quien conduciría el resto del viaje, sin embargo, subió una vez más al bus para recoger sus cosas, al hacerlo, todos lo vieron asustados, a pesar de acabar con quien los iba a matar, los miró sin pronunciar ninguna palabra y bajó del bus, un niño se le acercó y le dijo gracias, Luciano solo hizo el ademán de voltear la cabeza sin decir nada, el niño le preguntó su nombre, y el respondió "Solo Luciano".
Al bajarse del bus y alejarse de la carretera principal, vio como este era rodeado de patrullas policiacas y acordonaban el lugar, los vio por ultima vez antes de tomar su mochila y dirigirse por el desierto hacia la capital. Sin pensarlo, se dio cuenta que había caminado dos días enteros bajo el sol y la luna, viendo de lejos lo que sería la primera parada para su "justicia", observó el letrero y pudo leer que decía "Ancón".
Dibujo de Maaot
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Cielo de Almas, Kay Pacha: "Noches Rojas"
Science FictionNo todas las historias deben ser escritas con luz y esperanza. Algunas, solo desean ser escritas con sangre, la otra historia de un país lastimado por sus propios ciudadanos. La leyenda de Luciano, un hombre capaz de sacrificarse a si mismo por el b...