Los entrenamientos dentro de las cuatro paredes del gimnasio de Karasuno eran tan duros como una roca cayéndote a la cabeza. Cuando los de segundo contaban orgullosamente tal cual una historia de terror a sus compañeros de clase la forma en que se sentían luego del cuarto partido de práctica, todos quedaban temblando. Describían el latido de su corazón amenazando con salirse por cualquier orificio de su cuerpo, queriendo sangrar por sus oídos y explotar en su pecho, narraban como sus cuerpos se sentían tan frágiles cual hoja otoñal y las articulaciones les dolían, la respiración se les iba y al volver a encontrarla ella venía en seco hacia sus gargantas, raspándolas sin piedad. Pero claro, no importaba qué tan mal sus cuerpos se demacraran dentro del gimnasio, porque amaban lo que hacían. No había logro mayor para ellos que sentir las locas ganas de elevar por los aires a aquella fiel compañera de vida: La pelota. Eran unos raritos del volley (y las chicas), pero lo amaban. Todos dentro del equipo de Volleyball de Karasuno lo eran.
Así fue como Hinata y Kageyama terminaron practicando su ataque rápido por horas. Hinata remataba con seguridad la jugada de Kageyama y aquello no hacía más que hacerle sentir emoción al pelinegro, porque nunca pensó que podría haber alguien que realmente fuera tan inconsciente como Hinata para rematar sus levantadas una tras otra, por horas y horas sin parar. Por eso mismo disfrutaba aquellos momentos, porque ninguno se quejaba por el cansancio, ambos estaban concentrados en practicar y divertirse mientras jugaban su deporte favorito. Era muy íntimo, aunque no lo pareciera.
Yachi a los minutos llegó al gimnasio de forma alegre, mientras sonreía a ambos chicos al saludarlos. Ellos se preguntaban porqué ese estado de ánimo, hasta que vieron los moñitos que ataban su cabello en dos partes.
—Me las regaló mi mamá, ¿no son bonitas?
—¡Son preciosas! —respondió el mayor con una sonrisa de aprobación, mientras que el pelinegro se limitó a susurrar un "Sí" por lo bajo.
«Tienen un diseño tierno, pero son grises», pensó Tobio.
Yachi se quedó con ellos, alcanzándoles los balones para que Kageyama armara y Hinata rematara. Y cuando el sol parecía ocultarse de forma vaga, Yachi decidió que ya era hora de volver a casa, por lo que se dispuso a comenzar a recoger algunos balones que habían quedado tirados por allí.
Sin dudas Kageyama se sentía totalmente emocionado en esos momentos, no quería parar por nada del mundo la práctica, se estaba divirtiendo (aunque en su rostro no pareciera aquello). Siguió jugando con el chico de cabellos revoltosos por unos minutos más, deseando que aquellos momentos nunca acabaran.
Porque sí, por más tonto que suene, aquello le era suficiente para desear vivir en esos momentos para siempre. Armando para el instintivo de Hinata, practicando su ataque rápido, entre algunas peleas chicas y una rubia preocupada tratando de pararlos. Aunque los tres sabían bien que aquello no era una pelea real, más bien una riña de amigos. Fue en un segundo que el pelinegro desvió su vista del balón hacia la chica al otro lado de la cancha.
Pero perdió de vista la pelota y ésta cayó sobre su cabeza. Poco le importó aquello.
—¿De qué color son las moñas? —cuestionó a la chica con seriedad. Mientras que a su lado Hinata lo miraba extrañado. Sin saber el cambio repentino de su actitud... y el porqué dejó que la pelota cayera tan patéticamente a su cabeza.
—Rosas, ¿por qué?
—Son muy bonitas, la verdad.
Así fue como desde ese día en adelante, Kageyama podía divisar y distinguir todo tipo de tonalidades de rosas. Ahora sabía de qué color eran las flores, varias prendas de ropa, detalles del atardecer y la piel de las personas. Y era raro, ya que al principio sólo podía ver detalles rosas en el mundo, pero luego pudo ver en más cantidad. También se le era posible ver el color de la piel de muchas personas; sabía de qué color era la piel del enano hiperactivo con quien hacía duo.
Descubrió el rosa, el color de la felicidad.
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Acromatopsia [Kagehina]
FanfictionKageyama Tobio padece de la enfermedad "la tele vieja" desde que tiene memoria, viviendo intrigado por ver algo más que grises, negro y blanco. Aunque era imposible, en el transcurso de su vida se prometió sí o sí conocer los colores del cielo, su p...