La tarde llegó, el entrenamiento pasó y en ningún momento Kageyama y Hinata cruzaron palabras, pero sí miradas. Sus ojos se encontraban cada dos por tres, separándose casi al instante, fingiendo enojo frente a los demás, aunque por dentro morían por hablarse otra vez, practicar juntos y... otras cosas que solo se quedarían en su imaginación por el bien de todos.
Ya todos se estaban yendo hacia las duchas, a no ser por dos chicos, quienes se habían quedado en el gimnasio levantando los últimos balones tirados que quedaban. Balones que habían desparramado por lo descuidados e idos que estaban la última semana. Tiraron los dos cestos enteros porque sin dudas eran unos idiotas, juntos o por separados.
Dentro de la mente del pelinegro las palabras se volvían a agrupar, una y otra vez, para poder decir de una vez lo que pensaba y le llevaba comiendo la cabeza todos aquellos días. Lo mismo le pasaba el pelinaranja. Era muy raro que pensara en algo por tanto tiempo seguido, e incluso le había pedido consejos a Kenma a través de su celular. Aunque este solo le repetía que no debía preocuparse, todo volvería a la normalidad de un momento para otro. Claro que todas aquellas palabras de apoyo se las había preguntado a Kuroo, quien podía ser un completo idiota, pero buenos consejos daba.
Kageyama tomó el último balón que quedaba en el suelo entre sus manos y se encaminó a tirarlo dentro de la enorme cesta, con sus palabras a punto de salir en un río verbal.
—¿No vamos a hablar nunca más o qué? —largó Hinata impaciente. Haciendo que Kageyama se diera vuelta en su dirección y le mirara, aún debatiendo qué hacer y qué no.
Shouyou sintió el enojo y tristeza enredarse dentro suyo, pensando que al pelinegro le importaba un pepino arreglar las cosas o no. Ya empezando a inventar e imaginar cualquier cosa dentro de su mente paranóica.
Kageyama miró nuevamente el balón entre sus manos, para luego, sin previo aviso, tirarlo sobre su cabeza y luego enviarlo cerca de la red. Hinata lo entendió.
Era verdad, ambos apestaban en los estudios, eran demasiado sinceros e irritantes (de diferentes formas), no entendían lo que la gente quería decir muchas veces si es que era algún comentario sarcástico, tenían problemas para el Inglés e incluso el Japones, pero una cosa sí que se les era fácil entender: El Volleyball.
Así, sin una palabra, las cosas se habían arreglado un poco.
El chico de cabellos revueltos corrió, saltó y remató la pelota con fuerza. Sintiéndose a la vez, entre agradecido y feliz de poder, por fin, volver a rematar uno de sus pases. Aunque no fuera uno rápido, era más bien uno lento, suave y hogareño. Necesitado.
Cuando los pies volvieron al suelo en sonido pesado, miró su mano, la cual cosquilleaba por el reciente choque de ésta contra la pelota. Sonrió sin querer, se le humedecieron los ojos, también sin querer. Miró a su costado, como su compañero estaba en el mismo estado que él.
—La próxima tendrás que rematar con los ojos abiertos.
Fue en ese momento que Hinata volvió a actuar por instinto, ganas, se la jugó, inercia, como quieran decirlo. Su cerebro se apagó y sólo hizo lo que no tenía pensado hacer ni muerto.
En un segundo ya se había lanzado sobre el pelinegro, haciendo que ambos cayeran al suelo con fuerza. Hinata usó como almohadillas sus manos, para cuidar a Kageyama que no se golpeara la cabeza, mientras que el pelinegro logró que el mayor no se pegara contra el suelo y cayera sobre él. Primero lo abrazó, dejando boquiabierto y sonrojado al pelinegro. Sus brazos rodeaban su cuello y sus piernas rodeaban su cintura. Kageyama sentía el picor de los cabellos de Hinata contra su mejilla, la cual estaba toda roja. Su corazón parecía querer saltar de su pecho, en su estómago sentía cosas raras, de esas que usualmente sentía al estar cerca del pelinaranja e incluso su pulso de aceleró. Y por más de que la sangre corriera por su cuerpo a más velocidad, su cerebro parecía no funcionar. Juraba que la sangre no llegaba a su cerebro en lo absoluto.
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Acromatopsia [Kagehina]
FanfictionKageyama Tobio padece de la enfermedad "la tele vieja" desde que tiene memoria, viviendo intrigado por ver algo más que grises, negro y blanco. Aunque era imposible, en el transcurso de su vida se prometió sí o sí conocer los colores del cielo, su p...