A los días Kageyama y Hinata habían quedado de juntarse en la casa del mayor para estudiar y pasarse tareas. O eso pretendían querer intentar. Seguro terminaban jugando Volley, peleando o simplemente vagueando por los suelos de la habitación de Shouyou mientras intentaban, con todas las fuerzas que Dios les había demandado resolver un ejercicio de matemáticas.
Dichas fuerzas eran nulas.
Hinata le presentó al pelinegro a su madre y hermana apenas llegar a la casa. Una señora y una pequeña sonrientes y amables, tal cual como Hinata... o más bien, diez veces más agradables que él. Ya que ellas no eran tan impertinentes, descuidadas, inconscientes y ruidosas como el chico de cabellos revoltosos.
—¿Y tu padre? —preguntó inconscientemente el menor. Intrigado por no verlo en la casa a esas horas de la tarde.
La pregunta pareció incomodar por un segundo a Hinata. Quien al principio se quedó estático, para luego sonreírle al menor y responder:
—Él no vive con nosotros.
Kageyama no quiso preguntar más, dada esa vaga respuesta significaba que su compañero no quería explicar mucho. Y aunque sentía una curiosidad enorme por saber qué había pasado con su padre, prefirió callar.
Eso no significó poder sacar las incógnitas de su cabeza.
—Kageyama, ¿entiendes esto?
Hinata señaló un ejercicio dentro del gran libro problemático de inglés, pretendiendo buscar ayuda donde seguramente no la había.
—No tengo ni idea —finalmente respondió luego de una corta lucha entre su cerebro, el libro y las pocas neuronas que trabajaban en el área de idiomas. Luego, dirigió su vista hacia su cuaderno. Sintió al mayor desplomarse en la mesa, derrotado. Aunque no era para reírse ni nada, ya que Kageyama estaba a punto de rendirse con aquellos ejercicios de gramática y tirarse por la ventana o tomarse un frasco entero de lavandina. Pero justo antes de que le propusiera un suicidio doble a Hinata para ahorrarse el entregar la tarea el día siguiente, algo raro le llamó la atención.
—Hinata —lo llamó secamente—. ¿De qué color es mi lápiz?
—Naranja.
Y apenas dicho esto, el pelinegro giró la cabeza hacia su compañero y sintió que algo en su pecho comenzaba a palpitar con fuerza. Como representaban en las películas de romance antiguas que miraba con su madre, o los reclames donde la chica encontraba algo en el chico que le hacía el corazón explotar en nerviosismo; así estaba él.
El color que llevaba preguntándose cómo era por meses, estaba allí. Frente a sus ojos, haciendo la imagen casi completa del mayor. Tan vívida como siempre imaginó que sería.
Sus cabellos anaranjados todos revueltos, formando remolinos sin sentido hasta el punto que parecía ser una nubecita anaranjada, piel rosa clara y, una expresión de sorpresa ante el acto repentino del pelinegro. Le estaba tocando el cabello a Hinata. Entre sus dedos tomaba el cabello y lo tocaba, luego, metía su mano entre los enredados pelos y los revolvía nuevamente.
—Así que, así es tu pelo —sonrió sin barreras entre la ficción y realidad.
El naranja, color de la curiosidad. Cierta curiosidad que Kageyama sentía no sólo por el padre de Hinata, por su historia o porqué no estaba allí en esos momentos, también Hinata se puso tan incómodo al escuchar de él; sino, por aquél muchacho en general.
El ahora pelinaranja a los ojos de Tobio.
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Acromatopsia [Kagehina]
FanfictionKageyama Tobio padece de la enfermedad "la tele vieja" desde que tiene memoria, viviendo intrigado por ver algo más que grises, negro y blanco. Aunque era imposible, en el transcurso de su vida se prometió sí o sí conocer los colores del cielo, su p...