Estacionó el auto delante de su adolescencia y respiró profundo, como si en el aire hubieran partículas de seguridad o algo por estilo, prefería imaginar.
"Escucha, muchacho. Lo único que tienes que hacer al ir allí es preguntar por esos papeles y en diez minutos ya estás fuera. No hay porqué alarmarse."
—Ni i pirkí ilirmirsi —burló la voz de su jefe para luego suspirar con pesadez—. Espero no tener un ataque de ansiedad apenas entre ahí.
El hombre de cabellos oscuramente alborotados salió del auto para proseguir a cerrarlo con llave. No era un un vehículo muy nuevo que digamos; la empresa le prestaba ese durante sus horas de trabajo. Sin embargo, ser secretario no era un puesto muy elevado y el sueldo dejaba bastante que soñar. Pero realmente se había encariñado con aquél lugar y su gente. Porque en la oficina no habían muchos problemas. Realmente eran personas agradables las que se encontraban allí. Más que nadie, su jefe. Ese viejo era increíblemente inteligente y tenía un espíritu de niño como si su senilidad aún no hubiera llegado.
Dio tres pasos y en su mente se imaginó dándose la vuelta para irse, con el pensamiento de «Ni en pedo entro ahí». Pero no pudo hacerlo. Cuando quiso acordar, su cuerpo ya se encontraba frente a la puerta de entrada.
Todo parecía tal cual lo era hace cinco años atrás. Los casilleros de la entrada seguían igual de sucios que siempre, en los pasillos durante la hora de clases sólo abundaba el murmullo de los adolescentes y las grandes escaleras seguían lustradas como la pelada del subdirector. Kageyama tenía aún la borrosa reminiscencia de las vivas pinturas en aquellos pasillos.
—Buenas tardes, ¿En qué puedo ayudarle? —preguntó la secretaria con una cordial sonrisa. Una muchacha aproximada a los treinta y tantos, de cabellos oscuros y mirada clara; dedujo Kageyama.
—Buenas tardes. Mi nombre es Kageyama Tobio. Vengo a buscar una copia de mi diploma, ¿será posible? —cuestionó. ¿Acaso después de tantos años esos papeles seguían existiendo? Esperaba que sí, o sino el ascenso se le iría por el caño.
—Claro, ¿en qué año te graduaste?
—En el 2012.
La pelinegra fue a buscar los documentos y mientras los minutos parecían no querer pasar, la ansiedad de Tobio no dejaba de aumentar. El reloj se encontraba estático en su lugar, pero era lo menos atormentador para el hombre. Ya que simplemente mirar a sus alrededores traía fantasmas a su cabeza y aquello era lo último que podría soportar ese día. Ya saben; algunas personas logran morir de tristeza y Kageyama podría fácilmente hacerlo con estar dos minutos allí parado.
—Aquí está. Igualmente, te recomiendo que te fijes si están todos los papeles. Con los años suelen perderse algunos y pueden llegar a ser importantes. Si algo llega a faltar, podemos hacer la impresión desde la computadora —explicó ella, dándole la carpeta de papel añejado al recién llegado.
Este no hizo más que sonreír de lado y despedirse cordialmente de la chica, para luego comenzar a caminar decididamente hacia la salida. La cual quedaba a unos cuantos metros. Se encontraba cerca del gimnasio y dentro de su cabeza la voz propia pretendía convencerlo que solamente iba a pasar por la puerta que daba al gimnasio. No le iba a pasar nada grave. Nada que su fortaleza mental no pudiera combatir. No era como si fuera a girar y allí vería a todo el nuevo equipo de Volley practicando; así que pretendió no estar teniendo un ataque de ansiedad interno, apretó los papeles en su mano y aceleró un poco más el paso. Debía salir de allí cuanto antes.
—¿Viste eso? —el grito lo desconcertó—. ¡La pelota hizo wooosh! —un chico de segundo se expresó de aquella peculiarmente lastimosa forma justo frente al fragmentado corazón de Kageyama.
ESTÁS LEYENDO
Acromatopsia [Kagehina]
FanfictionKageyama Tobio padece de la enfermedad "la tele vieja" desde que tiene memoria, viviendo intrigado por ver algo más que grises, negro y blanco. Aunque era imposible, en el transcurso de su vida se prometió sí o sí conocer los colores del cielo, su p...