Capítulo 5 - "Violeta y amarillo"

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 Irónicamente luego de decidir que no pretendía dejar que el mundo y sus estúpidas adversidades se metieran con Hinata, porque prefería verlo brillando en su más puro estado, el violeta y amarillo llegaron a entumecer el camino.

 Ocurrió esa misma tarde, cuando quedaron solos en el gimnasio. Hinata había estado algo ido todo el entrenamiento y aquello incomodó un poco al pelinegro. O más bien le preocupó; no era normal verlo así.

El pelinaranja, mientras tomaba un balón entre sus manos y centraba su vista en aquél, le llamó por su apellido en una suave voz; como si tuviere miedo de cómo reaccionaría.

—¿Podemos probar algo nuevo? —preguntó por fin.

—Deberíamos practicar la jugada rápida, ir a lo seguro.

—¡Pero ya viste cómo nos bloquearon! El ataque no servirá si me bloquean otra vez. Quiero tener control sobre lo que hago con la pelota —la voz del pelinaranja se elevó unos tonos, exasperado por que Kageyama accediera. Siendo impertinente sin querer.

—Es muy arriesgado, necesitaríamos meses de práctica para lograrlo —aquello comenzaba a irritar al peliengro. ¿Acaso Hinata no se daba cuenta de la posición en la que estaban? Era verdad en parte lo que decía, sin embargo no podían ponerse a practicar algo que no sabían si saldría o no. Kageyama prefería ir a lo seguro.

—¿Y tú que sabes? Tenemos que esforzarnos por lo que queremos, ¿¡no!? Por fin encontré un arma con la cual luchar y no funcionó, ¡por eso tenemos que ir a por más, sino, vamos a perder!

 Logró sacar un poco más de sus casillas al pelinegro. Aunque el pelinaranja lo decía por puro impulso, aquello le dolió un poco. ¿Qué no había funcionado? Habían jugado varios partidos, competido bien, festejado, además, habían gastado mucho tiempo y energía practicando, ¿acaso si no ganaban un partido significaba que no funcionaba su ataque?

—¡Si hacemos lo que dices quedaremos con dos ataques a medias, date cuenta! No vale la pena, si quieres practicar, que sea con otro armador —Kageyama se dio media vuelta y dejó el balón que había agarrado en manos, para luego dejarlo en la cesta.

 Dicho eso, sintió que la disputa había terminado. No tenía ganas de seguir gritándole al enano hiperactivo, no quería pelear por cosas tan ilógicas como esa.

—Deberías considerar lo que proponen tus compañeros. De otra forma, nunca vas a cambiar.

Se había pasado de mano, dejándolo al principio estático en su lugar, para luego sentir la ira recorrer su cuerpo y cuando quiso acordar ya tenía el cuello de la camiseta de Hinata entre sus manos y el rostro del mayor a escasos centímetros del suyo. ¿Quién se creía para delimitar su desarrollo?

—¡Tú no sabes cuánto me estoy esforzando por cambiar! ¿¡Acaso lo has notado!? ¡Puedo tomar en cuenta las ideas de mis compañeros, pero esas irracionalidades no puedo permitirlas!

 La expresión de Hinata también había cambiado totalmente. Sus cejas estaban ahora fruncidas, desafiaba con la mirada al menor y sus manos rodeaban las muñecas del pelinegro.

—Si no quieres mejorar realmente conmigo, entonces no sé porqué practicamos juntos.

 Esa tarde ambos chicos se fueron sin despedirse. De camino a casa el pelinegro tenía la cabeza hecha un lío. Entendía en parte lo que proponía el otro muchacho, pero también sabía que no era una idea razonable. Ya que si empezaban con algo nuevo, sin tener su ataque rápido asegurado, con el plus de un ataque a medio armar, no serían más que un estorbo en la cancha. ¿Por qué el idiota ese debía ser tan arriesgado?

 Tomó su celular y lo desbloqueó. En la pantalla aún se encontraba la imagen de los colores y su emoción correspondiente. En ese momento un color le llamó la atención.

Violeta - Enojo

 Claro que iba a estar enojado, aquello le irritaba por sobre manera. Pelear con alguien era feo, más lo era tener un pleito con su compañero, quien le dejó un sentimiento amargo por lo que restaba del día. Recordó las últimas palabras del mayor con cierta furia y al mismo tiempo sintió una presión sobre su pecho ciertamente extraña. No lograba entenderlo. Por lo que le preocupó algo. Le preguntaría a su madre qué le podía estar pasando cuando llegara a casa.

 Decidió dejar de vagar en su mente mientras que estaba con la pantalla del celular prendida, aquello haría que se le agote la batería y le daba mucha flojera cargar el aparato al llegar a su hogar. Apretó el botón de "apagado" y se paró en la esquina a esperar que el semáforo cambiara.

No podía distinguir los colores, pero su madre le explicó que el gris claro era verde, amarillo era el gris normal y negro era rojo; para evitar problemas al ir caminando por la calle y encontrarse con un semáforo o señales de la ruta.

Gris claro, amarillo y negro.

Amarillo.

 La luz ya había cambiado a verde, las personas cruzaban la avenida de forma apurada y los autos en las otras calles se ponían en movimiento nuevamente; pero para él, el mundo parecía haber colapsado unos cuantos segundos. Le pasó como otras veces. No quería despegar la vista del color extraño por miedo a que éste se desvaneciera y él no fuera capaz de verlo nuevamente.

Así que con rapidez sacó su celular del bolsillo, lo prendió y desbloqueó para leer el contenido de la tablilla en mera ansiedad:

Amarillo - Miedo

Acromatopsia [Kagehina] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora