Miércoles 4, 10:27

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MIÉRCOLES 4 de enero – 10:27

Durante un largo rato Even no hizo otra cosa que sacudir el hombro de Isak hasta lograr que despertara.

Isak, después de conseguir despegar los ojos y sin tener mucha noción de todo lo que sucedía a su alrededor, tardó en acordarse en dónde estaba y bajo qué situación terminó ahí.

También se dio cuenta la hora aproximada por la luz que ingresaba por la ventana y fue en aquél instante donde su cabeza empezó a ser acribillada con preguntas hacia Even.

Se incorporó y miró a su novio que ya lo había hecho antes.

—¿Cómo estás? ¿Te sietes bien? ¿Qué hora es, Even? Es muy temprano todavía. ¿Necesitas que te traiga algo? —hizo ademán de quitarse las sábanas para salir de la cama, pero Even lo detuvo en seco.

En silencio negó con la cabeza parte del interrogatorio y alzó la mano que estaba cubierta de vendas para quitarle un molesto mechón de cabello que había caído sobre la ceja de Isak. Alargando el silencio entre los dos y aumentando la impaciencia del más joven.

—¿Tuviste una pesadilla? —soltó al fin, intentando atinarle esta vez a la causa real de su extraño despertar.

Even, teniendo que dejar de lado el pensamiento que lo ocupaba en ese momento, bajó la mano y se dispuso a contarle por qué lo había estado sacudiendo de esa manera.

—Tu teléfono–

En ese preciso instante, y una vez más, el teléfono de Isak empezó a vibrar contra la mesita de luz que estaba al lado de la cama.

—Tu teléfono no deja de vibrar —finalizó.

Acto seguido se dejó caer boca arriba sobre la almohada.

Isak procesó las palabras de Even, pero no tomó el móvil hasta que el sonido de la vibración contra la superficie se volvió insoportable.

El teléfono ya estaba desbloqueado por la llamada entrante, una que no acompañaría a las otras veinte que habían sido enviadas al correo de voz.

Eskild, junto a sus amigos que no paraban de enviar mensajes, eran los responsables de petarle el móvil por completo.

—Hola.

Del otro lado de la línea, Eskild soltó todo el aire que había estado aguantando hasta esa entonces.

Hei Isak! ¿Cómo estás? —su voz, a pesar de intentar sonar amigable, no logró engañar lo suficiente a Isak, que notó casi automáticamente los nervios del otro lado de la línea.

—¿Ocurre algo, Eskild?

—Sí, algo así. Podría decirse. No sabíamos nada de ti hace más de veinticuatro horas. No volviste a casa y tus amigos no pudieron contactarte. Tampoco pudieron contactar a Even. Así que podría decirse que ocurría algo. Efectivamente.

Isak no supo muy bien si se paralizó por el contenido de lo que Eskild le había dicho o por la forma en la que lo había hecho. Haciendo uso del sarcasmo bajo los claros efectos de la histeria.

—Algunos alumnos de tu escuela ayer los vieron abandonar el edificio en ambulancia. Desataron miles de rumores, uno peor que el otro.

Digirió la información que le había dado todavía en silencio.

Si alguien los había visto irse en ambulancia y la única alumna, además de ellos dos que sabía lo que pasó ese día, cumplió su promesa, era algo bastante factible que intentasen llenar los huecos en blanco de lo que había ocurrido.

Eskild al otro lado de la línea había empezado a narrarle uno de los rumores que corrían por los pasillos, e Isak no pudo evitar pensar en cómo mierda había logrado enterarse con todo lujo de detalles cuando él ni siquiera estudiaba ahí.

Segundos más tarde se dio vuelta y miró a Even.

Lo encontró en la misma posición que antes y con las manos sobre el abdomen, como si estuviera esperando el beso de un príncipe.

Even, sintiéndose observado, desvió la vista del techo y miró a Isak, que, sabiendo lo que hacía, se inclinó y, sin despegar el auricular del celular de la oreja, se humedeció los labios antes de probar los suyos con una dulzura que lo hizo estremecerse.

Mientras tanto, del otro lado Eskild le contaba a Isak sobre otro rumor. Este se decía que la pelea entre Even y su profesor había llegado a mayores y que el profesor no había tenido otra alternativa que defenderse del alumno.

Isak se levantó despacio sin apartar sus ojos de los de Even y recién lo hizo cuando encontró el momento indicado para interrumpir a su interlocutor.

—Eskild.

Poco a poco la voz del otro lado fue apagándose hasta que no quedó nada.

—Nada de eso pasó —dijo al fin, dejando una pausa antes de continuar—. Estoy en la casa de Even y no sé muy bien cuándo voy a regresar.

Eskild, que había estado tejiendo sus propias teorías en su mente, se alertó tras las palabras de Isak.

—Estoy bien, estamos bien —se corrigió, acordándose del intento fallido al querer localizarlos.

—Isak —el más grande de los dos carraspeó para recuperarse tras todo lo que ya había soltado—. Creo... creo que puedo entender lo que pasó, con Even, me refiero. No sé con exactitud qué estás atravesando en este momento, pero ya sabes. Te conté lo que está pasando ahora en tu escuela y si quieres puedo hablar con tus amigos para que pidan todas tus tareas, las de Even también, si quieres.

—Gracias, Eskild.

Fue lo único que pudo responder ante el cambio de actitud tan drástico.

—Así que... eso es todo, ya sé dónde estás, eso es bueno —se confortó.

—Ya lo sabes, ahora tengo que irme. Adiós.

Isak después de colgar dejó el celular en el mismo lugar, seguro de que ya no los molestarían más. Se acostó de lado y se acomodó para abrazar a Even, que lo había estado esperando en silencio desde que atendió la llamada.

Bajo las sábanas las piernas de Isak se habían aferrado a las de Even y sus brazos lo habían encarcelado como si no fuera una opción dejarlo moverse por el resto del día.

Se había preparado para seguir durmiendo, cuando, de repente, una pregunta le llegó a la cabeza como si fuera la última bala de la munición completa que había tomado al despertar.

—¿Dónde tienes tu teléfono? —preguntó, alzando la cabeza sólo un poco para tener una mejor vista de su novio.

Even cogió algo de aire y los llevó a sus pulmones como método para alargar el tiempo mientras intentaba acordarse del paradero del móvil.

—En el bolsillo de mi abrigo y sin batería, creo.

Isak pareció conformarse con aquella respuesta tan dubitativa ya que, seguido de un simple "Ok", cerró los ojos y hundió la cabeza en el hueco que quedaba entre la almohada y el hombro de Even.

—Vamos a dormir.

—¿Todo el día? —preguntó Even, sacando a Isak del trance al que ya se había metido y haciendo que abra los ojos nuevamente.

—No. Sólo un par de horas más. Todavía tengo que cumplir con mi promesa.

ISAK + EVEN » SkamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora