Sábado 11, 9:46

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SÁBADO 11 de febrero – 9:46

Como todavía quedaba algo de tiempo, según el mensaje que Isak había recibido de Sana ayer a última hora, y no querían ser los primeros en llegar, los dos chicos habían seguido de largo la escuela para pasar por la cafetería Kaffebrenneriet y comprar algo de desayuno.

Después de la compra, se encaminaron hacia parque que estaba a tres minutos desde la cafetería y en dirección contraria al Nissen, y se sentaron en uno de los tantos bancos vacíos, teniendo en cuenta la hora y el día de semana que estaban transitando las calles.

Un detalle que los dos no pasaron por alto y que los hizo reír por varios minutos, fue la sincronización natural con la que ambos se habían sentado en los bancos helados.

El clima por la mañana y a esa altura del año seguía siendo demasiado frío, pero los dos consiguieron recuperar algo de color en las mejillas después de tomar un largo sorbo de lo que habían pedido. Even, que había ordenado un gran vaso de café negro, fue el primero de los dos en sentirse menos soñoliento, mientras que Isak, que nunca le había terminado de gustar del todo el café, siguió bostezando un poco más mientras saboreaba el sabor dulzón de su chocolatada.

Por un momento se quedaron en silencio mientras bebían, pero antes de que esto ocurriese, los dos se habían tomado de la mano, con los ojos clavados en lo que tenían adelante. Permitiéndose ser espectadores de la vida urbana.

Un chico de la misma edad que ellos llamó la atención de Isak, que lo miraba a lo lejos mientras paseaba una gran manada de perros con total seguridad, como si fuera una parte consolidada de su rutina.

—Yo podría trabajar como ese chico, paseando perros —comentó, no muy seguro si se lo decía a Even para romper el silencio o si lo decía para escuchar cómo sonaba en él algo que seguía considerando como muy lejano; la responsabilidad laboral.

Si bien Even no respondió, le soltó la mano y se movió un poco para sacar del bolsillo trasero de su pantalón un paquete nuevo de cigarrillos y un encendedor.

Isak, sorprendido porque no había visto fumar a su novio en muchísimo tiempo, grabó en su memoria los movimientos que Even hacía con los dedos de sólo una mano para abrir el paquete y sacar de adentro un cigarrillo.

—Creí que ya lo habías dejado —le dijo, mientras veía como mordía la punta del mismo y lo encendía con el mechero.

Even sacudió la cabeza.

—No, no lo había dejado del todo en realidad —respondió, después de apoyar el encendedor sobre una de las tablas del banco—. Nunca dejas algo del todo.

Isak, que rodeaba su chocolatada caliente con las dos manos, olfateó el humo tóxico que salía seguidas de las caladas de su novio.

—¿Quieres? —le preguntó Even pasado algunos segundos en los que siguieron desayunando en silencio.

—Ya te dije que no me gusta el café, Evi —increpó Isak, negando con la cabeza.

—¿Entonces puedo probar lo tuyo? Esto es demasiada cafeína para mí.

—Adelante —respondió el más chico mientras despegaba el vaso con el líquido caliente de su pecho, a tiempo antes de que Even inclinara la cabeza para sorber en aquella posición incómoda.

—Es deliciosa, ya veo por qué les gusta tanto a los niños que visitan la cafetería —bromeó Even, apartándose y lanzando la colilla del cigarrillo lejos.

Hey! —exclamó Isak, fulminando con la mirada a Even, sin que la sonrisa desapareciera de sus labios.

—¿Qué? Ya sabemos dónde llevaremos a nuestros hijos.

ISAK + EVEN » SkamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora