Mentira

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Entro a la habitación de los niños y suspiró al encontrarlos dormidos, juntos, abrazados y muy tranquilos. Sonrió agradeciendo mentalmente que aún se mantuviera un poco de inocencia en ese lugar, acercándose a la cama para remover al mayor despacio, esperando despertarlo.

—Otabek—le llamó muy bajo.

El niño se removió y abrió los ojos muy lento, tratando de entender que pasaba.

— ¿JJ? ¿Qué...haces aquí? —preguntó tallándose un ojo.

—Necesito hablar contigo, es importante.

— ¿Ahora? —se quejó abrazando a Yuri, no quería levantarse. —Quiero dormir...

—Lo sé, pero a esta hora es a la única en que nadie se daría cuenta que estoy aquí.

Abrió los ojos de nuevo y se enderezo para verlo, de repente sintió algo de miedo.

—Tranquilo, vengo de parte de él—le calmó de inmediato, inclinándose para estar a su altura. —Solo quiero saber quién es el niño y por qué está aquí.

Vio al menor y sonrió, seguía profundamente dormido, seguro estaba cansado.

—Es...hijo del señor Yuuri, Viktor lo trajo.

— ¿Su...? —apretó los puños y torció la boca. —La última vez dijiste que la familia de Yuuri estaba segura.

—Por...lo que Yuri me contó, su abuela está...hmm muerta.

—Otabek, creo que es momento de que te vayas conmigo.

—No, espera—pidió alarmado, tratando de no alzar la voz. —Si me llevas Yuri se quedará sólo y la señorita Mila y el señor Yuuri...

—Está bien, entiendo—le interrumpió antes de que continuara. —No quieres dejarlos, pero me preocupa tu seguridad y ahora también la de...Yuri.

— ¿Qué hago? —murmuró preocupado, posando una mano sobre la de su único amigo.

—Esperaremos un poco más, ¿de acuerdo? Pero tendrás que contarle a Yuri que nos iremos.

—Lo haré, lo prometo...pero... ¿puedes decirle al señor Yuuri y a la señorita Mila?

—Lo haré—respondió calmándole, revolvió sus cabellos y le hizo una seña con la cabeza. —Ya puedes volver a dormir, recuerda...

—Esto nunca pasó—completo la frase para acostarse de nuevo, abrazando el pequeño cuerpo del rubio.

JJ sonrió y asintió esperando a que se quedara dormido para poder salir, retrasar sus planes le costaría un poco, pero al final valdría la pena, definitivamente.

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Tomo aire muy despacio y cerró sus ojos, sentía su cabeza dar vueltas. Se sostuvo del mueble, caminando con los ojos cerrados para poder llegar al baño donde a duras penas le dio tiempo de alzar la tapa del váter para poder vaciar su estómago, se quejó al sentir el sabor amargo en su boca y se limpió los labios con un pedazo de papel. No se molestó en ponerse de pie pues en cuanto lo hiciera su estómago le exigiría que se hincara de nuevo y abrazara la taza de porcelana.

Finalmente, cuando supo que no había nada más que sacar, se puso de pie sosteniéndose con las manos temblorosas hasta el lavamanos donde lavó su boca y se mojó el rostro, era tarde, muy tarde, y él no podía conciliar el sueño. Volvió a la cama muy lento, sus piernas amenazaban con fallar en cualquier momento por lo que no quiso moverse en cuanto se recostó, tenía años que no se sentía tan mal.

Miro el reloj y se quejó cuando supo que debía esperar un par de horas más para poder conseguir algo de medicina porque, así como estaba, débil y encerrado, no iba a llegar muy lejos solo. Sobó su estómago y cerró los ojos, al menos trataría de dormir -o dormitar- un poco. Se tensó al escuchar la puerta y fingió estar dormido, suplicando que no fuera lo que estaba pensando.

Lluvia rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora