Destino

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Se encogió en la chamarra y tembló levemente, frotando sus brazos. Bostezó y cerró los ojos, cansado, volvía de visitar a Yuri y Beka que ahora vivian en Paris por el trabajo de su hijo, con el tiempo se habían enamorado y decidieron intentarlo como pareja, Yuuri siempre supo que ellos terminarían así, era lindo y Otabek era un buen chico por lo que no le preocupaba la felicidad de su hijo.

Subió al vagón del metro, casi vacío y acomodó su maleta a su lado para que no estorbara, aunque en ese lugar solo estaba él y un tipo a fondo del vagón que parecía estar durmiendo. No prestó real atención pues estaba cansado y aún tenía un largo viaje por recorrer. Cerró los ojos y se recargó del tubo para tratar de dormir un poco.

Sentía cuando el transporte paraba en las estaciones y reanudaba el viaje, iba contando las paradas para saber cuándo abrir los ojos y levantarse.

—Disculpe.

Abrió los ojos y se asustó al ver al joven frente a él, no lo había escuchado acercarse.

— ¿Sí?

— ¿Puede decirme que hora es?

Asintió y vio el reloj en su muñeca, tratando de no incomodarse por el chico que se sentaba a su lado.

—Las once y media.

—Gracias—dijo el otro acomodándose en el asiento, escondiendo las manos en los bolsillos de su chamarra.

Desvió la mirada y vio por la ventana la estación en la que estaban, estaba increíblemente incomodo por lo que mejor salir antes de su parada, ¿qué más daba caminar un poco más? Se puso de pie y tomó su maleta para salir en cuanto el vagón abrió sus puertas, arrastrando su maleta con algo de prisa, la sensación extraña en su pecho aún estaba ahí. Subió las escaleras y consideró si era mejor tomar un taxi o echarse a correr, no quería ser tan obvio.

Un escalofrío lo recorrió entero cuando sintió una presencia a su espalda y algo presionando su espalda baja. Lo sabía...sabía que estaba pasando.

—Da un paseo conmigo—dijo el joven en su espalda. —Si gritas por ayuda o haces una estupidez, dispararé.

Asintió sintiendo la boca seca, comenzando a caminar por donde el otro le guiaba.

— ¿Sabes? He esperado por esto hace mucho—le dijo en voz baja, caminando con tranquilidad, como si nada pasara, rodeando sus hombros con un brazo. —Me emocioné cuando supe donde vivías.

Yuuri le vio de reojo y suspiró, apretando la agarradera de la maleta.

— ¿Sabes quién soy?

—Sí—dijo luego de soltar un largo suspiro. —Se bien quien eres.

El otro sonrió, parecía emocionado con la respuesta.

— ¿Tú me pusiste el nombre? ¿O fue él?

—No tengo idea.

Hizo una mueca y soltó un gruñido.

— ¿Cómo está mi hermano? ¿Y mi tío?

—Están bien.

— ¿Preguntaron por mí?

—No, todos pensaron que moriste—dijo como si nada.

Al muchacho le molesto más aquello.

—Tal vez debería visitar a mi hermano y contarle la verdad, seguramente estará muy enfadado contigo.

—Hazlo—se encogió de hombros. —Seguramente cuando sepan quién eres terminarás con una bala en la cabeza.

—Que cruel eres conmigo, madre—dijo apretando el agarre en su hombro y empujando el cañón de la pistola contra su abdomen. —Y yo que moría por conocerte, pero papá tenía razón.

Lluvia rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora