Altibajos

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—¿Qué haces vestida así?

—¡Es para apoyar a Ann!. Sería raro si ella fuera la única que va "disfrazada" de muñeca, ¿no te gusta?—dijo Estelle presumiendo su pintoresco atuendo.

Ya nos íbamos y, como siempre, en algo tenían que estar en desacuerdo Andrew y Estelle. Estelle se disfrazó de muñeca para ayudarme a publicitar la tienda, se hizo dos colas de caballo, se puso un moño en el cuello y se puso un traje improvisado de muñeca el cual consistía en una blusa de tirantes color verde agua, unos guantes blancos, una falda rosa mexicano y unos zapatos de charol acompañados con unas medias largas con listones. Sin olvidar mencionar que se maquilló para lucir como yo. Finalmente Andrew no le dijo nada y nos fuimos. Estaba muy nerviosa...apenas podía mantener una conversación con Estelle y ahora esperan que mantenga una con la gente que se acerque al local...me voy a desmayar si es que no me muero antes.

—Ven Ann, tú y yo estaremos aquí en la entrada con este cartel para que la gente venga aquí. ¡Wiii, qué emoción!

Eran las 8 de la mañana, era obvio que no iba a llegar nadie hasta después de unas horas, pero aun así Estelle tenía esa radiante sonrisa suya y muchas buenas vibras por repartir con todos. Pasadas las 10 de la mañana llegó nuestro primer cliente del día.

—¡Hola, bienvenido! Tenemos toda clase de muñecas que no encontrará en ningún otro lugar, ¡solo aquí en Ann's candies!—dijo Estelle muy emocionada al ver que había un hombre viendo el lugar.

—¿Ann's quendis?...

—¡Vamos! Puede pasar a verlas sin compromiso alguno buen hombre—dijo Estelle interrumpiéndome mientras tomaba de la mano a aquel hombre.

—E-eeeh espere, no estoy interesado...—mencionó el hombre de ojos marrones.

—¡Vamos! ¿Es que acaso no tiene una chiquilla esperándolo en casa? ¿Algún evento especial para el cual no tiene regalo?

—D-de hecho lo que me llamó la atención...fue lo hermoso que le queda ese disfraz, ¿me perdonaría si pregunto su nombre?—confesó un poco tímido el señor.

—Oh...pues...si compra algo quizás...yo...podría considerar darle mi teléfono o salir con usted a divertirnos un rato—susurró Estelle con un tono un poco seductor mientras se acercaba al hombre.

—¡C-claro! Estaría encantado, compraré lo que sea—exclamó el hombre muy entusiasmado.

Así pues, el hombre pasó al local y decidió comprar una linda muñeca que, a pesar de no ser muy cara, me parecía demasiado linda con ese bello listón en su pelo. Estelle le dio su número telefónico al hombre que confesó se llamaba Esteban y decía nunca haber visto una mujer tan bella como Estelle. Ella no le dio mucha importancia a sus palabras y sin más, le dijo que si quería quedar con ella podía llamarla.

Cuando se fue el hombre, Andrew tenía una expresión muy fea. Estaba muy enfadado...sabía que se pondría feo para la adorable y excéntrica Estelle.

—¡Siii! ¡Vendimos una!—dijo la castaña muy feliz de su logro.

Andrew suspiró, y procedió a hablar.

—Estelle...como te diré hmm...¡no se supone que los clientes compren a cambio de que salgas con ellos!—exclamó Andrew con sus puños cerrados.

—¿Por qué no?, ¡así obtendremos más clientes!

Ya me cansé de que peleen por todo...quiero ayudar también...veamos Ann...¿cómo se pueden interesar en la tienda?

—Lo que sucede es que, Estelle, ¡tú no eres una prostituta!—respondió Andrew aún más enfadado—. Yo pongo mucho esfuerzo en mis muñecas, no las hago para que terminen desechadas o en algún rincón olvidadas, además; ¡incluso te atreviste a ponerle un nombre al local sin mi consentimiento!

Amor FrágilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora