Capítulo XI

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Amanda...

Comenzamos a caminar por la playa, ya extrañaba venir, aunque se que he venido hace poco tiempo.

Mateo y yo decidimos darle espacio a Silvana y Carlo, para que pudieran caminar solos.

Siento que algo a cambiado desde hace tres días, que he llegado aquí. Me he convertido en un punto medio de lo que era antes.

En la escuela era callada, tímida, formal. Ahora soy más atrevida, elegante y feliz.

Giré mi cabeza y miré a Mateo que caminaba a mi lado.

Caminaba con su cabeza gacha. Antes caminaba con la cabeza en alto, miraba sobre su hombro a todos, quería ligarse a cualquier persona, pero ahora, ahora respeta a mi hermano, quiere que le vean por un hombre de verdad.

Detuve mi pasó y el dió unos pocos más antes de detenerse y girarse para verme.

Me giré y ví a mi hermano, metros de distancia, caminando al sentido contrario del nuestro.

Volví a girarme y me acerqué a Mateo.

Coloqué mis manos en sus mejillas y me acerqué hasta juntar nuestros labios.

En todo ese tiempo, solo siguió mi beso, no lo intensificó y mantuvo sus manos en los bolsillos.

Nos besamos hasta no poder respirar más.

Juntamos nuestras frentes y ví como miraba el mar de reojo.

Me dió un pico más antes de alejarse, tomar con su dedo índice el mío y continuamos caminando.

He llevado esta relación fuera de la habitación, ahora la pregunta es...¿Qué es esta relación que tenemos?

- Te quiero llevar a un lugar. - susurró. - Ven, digamos a tu hermano que vamos a adelantarnos.

- Mejor le escribo.

Asintió y le envié el mensaje a mi hermano.

*****
Llegamos aún hotel, entramos y subimos al elevador.

Presionó el botón del último piso y subimos.

No dijimos nada en todo el transcurso, solo nos mirábamos mutuamente.

Al llegar a la última planta, tomó mi mano y me llevó a las escaleras, subimos por ella y llegamos a un almacén donde había una escalera de pared que llevaba al techo.

- ¿Te dejan estar aquí? - susurré.

- No, así que intenta evitar el ruido.

Asentí y subimos al techo del hotel.

Al llegar al techo se veía la caída del sol a lo lejos, detrás del mar.

- Es hermoso. - dije acercándome a la orilla del techo.

- Me lo imaginé. No te acerques mucho a la orilla. - dijo agarrándome de la cintura.

Me hizo dar unos pasos para atrás hasta chocar con su pecho.

Besó mi cuello, y seguido mi hombro.

Se me erizó el pelo de la nuca, sin embargo se sentía placentero.

Sus besos en mi cuello y sus manos envolviéndome, me quitaban el oxígeno.

Comenzó a trazar pequeños círculos con su lengua en mi cuello y en mi hombro entre cada beso.

Gemí suavemente y cerré los ojos para disfrutar la sensación.

Una de sus manos subió y bajó el manguillo de la blusa.

Es Mi DebilidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora